Esta es una versión ampliada del artículo Los retos de las ciudades en el escenario post-coronavirus, publicado en el blog Seres Urbanos de El País el 20 de mayo.
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Las ciudades están en el centro de las preguntas sobre cómo será la vida post-Covid-19. Nadie lo sabe seguro, ni cuánto de ello será pasajero o cuánto modificará para siempre la manera en que las organizamos y nos organizamos en ellas. Tampoco está muy claro si habrá una nueva normalidad o si todo seguirá siendo igual de anormal que antes, y tal solo será un añadido superficial, una capa adicional, a la complejidad en la que vivimos. Sea como fuere, partimos de premisas que son contundentes. Este es un mundo cada vez más urbano, donde la demografía hoy y mañana más se basa en concentraciones de personas y de actividades en núcleos urbanos, suburbanos y/o metropolitanos. Dichos entornos importan aún más en mundo que ha re-descubierto una nueva fragilidad, su exposición a las pandemias. Vivimos un mundo urbano pero, aunque no éramos suficientemente conscientes (a pesar de la gripe aviar, SARS, MERS, H1M1,…), también vivimos en una era pandémica.
Los virus encuentran en las ciudades el ambiente perfecto para expandirse, no tanto por la densidad, sino por los flujos. Este punto es interesante como punto de partida para pensar las ciudades del futuro cercano, porque una de las primeras intuiciones fue pensar en las ciudades densas como las más expuestas y las más problemáticas. Concluir esto tiene evidentes consecuencias prácticas: necesitaríamos ciudades menos densas, los entornos rurales estarían mejor preparados, los desarrollos unifamiliares y suburbanos serían los modelos ideales y más seguros, etc. Suena a una tentación anti-urbana. Ejemplos como Wuhan (que no es de las ciudades más densas de China y está lejos de los principales puestos de densidad a nivel mundial, y muy lejos de todas las grandes capitales europeas) o de Nueva York, que han sido grandes focos de contagios, parecerían apuntar en esa dirección.
Sin embargo, esta es una conclusión precipitada. Puede que sea un reflejo del higienismo pasado, pero tiene poco que ver con el mundo actual y los sistemas de ciudades a nivel mundial, nacional, regional, funcional,…En la era de la conectividad, también la conectividad física, a efectos de preparación para nuevas pandemias la densidad urbana no parece un factor determinante. Al menos si hablamos de densidad y no de otras condiciones como el hacinamiento, los asentamientos informales, etc. Dicho esto, es evidente que las ciudades intensifican el alcance y la velocidad de expansión de brotes de enfermedades infecciosas, pero sobre todo por la intensidad de los contactos y relaciones que se producen en ellas y por ellas.
Las ciudades, también como grandes concentradores y acumuladores, son parte de la solución o, dicho de otra manera, deberán estar en la primera línea de respuesta. Ya lo están a día de hoy y tendrán que estar mejor preparadas para nuevos episodios. Podemos esperar, al menos, una serie de tendencias que parecen claras:
En cualquier caso, la situación que ha tocado vivir obliga a repensar la manera de organizar nuestras sociedades, servicios públicos, el trabajo, la sanidad pública,…por lo requiere también repensar las ciudades en las que viviremos y en las que afrontaremos próximas crisis sanitarias. No sabemos si llegará esa transformación, si será duradera o si será a mejor. No será fácil tampoco, y son muchas las lecturas que podemos hacer de todas estas semana. Si esto lo tomamos como oportunidad para reordenar prioridades y principios sobre los que se organiza la vida en comunidad, será un buen principio.
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No es fácil escribir sobre esta cuestión pero me he propuesto ordenar al menos algunas lecturas que voy sistematizando. Son apuntes dispersos y poco sistemáticos, como casi todo en este blog desde hace 12 años, pero al menos servirán para detectar algunos temas que creo serán relevantes en los próximos meses o años.
Posts previos:
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Las ciudades están en el centro de las preguntas sobre cómo será la vida post-Covid-19. Nadie lo sabe seguro, ni cuánto de ello será pasajero o cuánto modificará para siempre la manera en que las organizamos y nos organizamos en ellas. Tampoco está muy claro si habrá una nueva normalidad o si todo seguirá siendo igual de anormal que antes, y tal solo será un añadido superficial, una capa adicional, a la complejidad en la que vivimos. Sea como fuere, partimos de premisas que son contundentes. Este es un mundo cada vez más urbano, donde la demografía hoy y mañana más se basa en concentraciones de personas y de actividades en núcleos urbanos, suburbanos y/o metropolitanos. Dichos entornos importan aún más en mundo que ha re-descubierto una nueva fragilidad, su exposición a las pandemias. Vivimos un mundo urbano pero, aunque no éramos suficientemente conscientes (a pesar de la gripe aviar, SARS, MERS, H1M1,…), también vivimos en una era pandémica.
Map of cholera cases in London, 1854, created by Dr John Snow, which linked the outbreak to the Broad Street Pump water supply. John Snow/Wikimedia Commons, CC BY-NC-ND
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Sin embargo, esta es una conclusión precipitada. Puede que sea un reflejo del higienismo pasado, pero tiene poco que ver con el mundo actual y los sistemas de ciudades a nivel mundial, nacional, regional, funcional,…En la era de la conectividad, también la conectividad física, a efectos de preparación para nuevas pandemias la densidad urbana no parece un factor determinante. Al menos si hablamos de densidad y no de otras condiciones como el hacinamiento, los asentamientos informales, etc. Dicho esto, es evidente que las ciudades intensifican el alcance y la velocidad de expansión de brotes de enfermedades infecciosas, pero sobre todo por la intensidad de los contactos y relaciones que se producen en ellas y por ellas.
Las ciudades, también como grandes concentradores y acumuladores, son parte de la solución o, dicho de otra manera, deberán estar en la primera línea de respuesta. Ya lo están a día de hoy y tendrán que estar mejor preparadas para nuevos episodios. Podemos esperar, al menos, una serie de tendencias que parecen claras:
- El diseño urbano y arquitectónico deberá atender a nuevas prioridades de salud, desde las dimensiones de las viviendas hasta su equipamiento (balcones, por ejemplo) hasta la expansión de los espacios públicos abiertos, zonas verdes, jardines terapéuticos,…. Habrá que pensar de otra manera equipamientos como ascensores, escaleras comunitarias, espacios exteriores comunitarios. Se abre un margen más para la experimentación; la respuesta al Covid-19 en muchos casos ha sido improvisada y ha requerido de muchas dosis de creatividad, imaginación, pensamiento lateral,… como quieras llamarlo.
- La experiencia vital del confinamiento nos ha dado una perspectiva magnífica sobre el desequilibrio en la distribución del espacio urbano. A pesar de no hacer prácticamente coches, el espacio para pasear no se ha reorganizado ni adaptado de manera estratégica, para recuperar el territorio vial entre los bordillos para darle prioridad a la movilidad no motorizada, aunque sea para facilitar el distanciamiento entre las personas. En algunas ciudades, desde Calgary a Colonia, pero también más cercanas, han sabido verlo con antelación, y han abierto sus calles completas a peatones y ciclistas. Otras ciudades están evaluando y organizando (Valencia, Madrid, Barcelona,...) cómo afrontar el exceso de capacidad viaria para reorganizar calles, trazados y rutas post-confinamiento. De cualquier forma, la distribución desigual del espacio urbano es ya una urgencia a resolver porque hemos descubierto otra ciudad y ni debería haber marcha atrás.
- El transporte público está ante una situación compleja. Si la norma, más allá de los periodos más estrictos, va a ser el distanciamiento social, y evitar aglomeraciones, las miradas están puestas en sistemas de metro, buses, tranvías,…. Más allá de la sospecha evidente de que la movilidad masiva es un vector de contagio, algunos estudios ya están analizando la extensión de la pandemia en ciudades como Nueva York a través de su sistema de metro. Esto tiene implicaciones muy variadas para agencias y autoridades de transporte, hasta el punto de poner en riesgo el modelo de transporte público sostenible: si serán atractivas nuevas licitaciones de concesiones de servicio ante nuevas condiciones de menos ocupación, si tendrán que revertirse muchos servicios privatizados, si será una cuestión sólo de aumentar frecuencias o habrá que reorganizar a otros niveles la demanda en hora punta, si los usuarios nos alejaremos del transporte público por miedo al contagio,… Por descontado, la operativa de los sistemas tendrá que adaptarse a una realidad que exigirá despliegues de mecanismos y dispositivos contactless y seamless del usuario desde la entrada a la salida y de manera permanente (máquinas expendedoras, equipos de validación, apertura de puertas, andenes, agarraderas,…).
- Si esta situación es un reto para el transporte colectivo, ahora llega la oportunidad para la movilidad peatonal y ciclista. Es ahora o nunca. Apenas estábamos empezando a generalizar por fin sus beneficios, y llega el momento de comprender por la experiencia subjetiva que necesitamos del espacio sobre-representado para el coche para movernos mejor en la ciudad. Toca abrir las calles, y con mayor urgencia en determinados barrios con un urbanismo más asfixiante en cuanto a aceras (¿cuatro metros mínimo?) o dominio del coche.
- El coronavirus es un laboratorio de un desarrollo más sostenible. Su impacto es tan profundo que es lo más cerca que se puede estar de comprender y vivir muchos de los problemas de sostenibilidad que afectan al globo. Si esperamos que de todo este desastre salga algo nuevo, esto debería pasar por darle un carácter de crisis existencial y civilizatoria a problemas como el cambio climático o la degradación ambiental. Durante unas semanas, el mundo ha ensayado un mundo post-carbono, un mundo no dependiente del coche, un mundo que sólo consume lo necesario , un mundo que sólo produce lo esencial, un mundo contenido y auto-limitado, un mundo que comprende qué es socialmente relevante y productivo,….Lo hemos hecho forzados y precipitadamente, tanto que quizá no sepamos hacer la lectura adecuada de lo que ha pasado y podemos consolidar para el futuro como nuevas formas de vivir y organizarnos que deberían favorecerse en las ciudades.
- El proceso de urbanización del Sur Global es un proceso global que afecta, aunque sea indirectamente, a quienes no viven allí. Si ya era una prioridad lograr que esta dinámica cumpliera mejores condiciones en los asentamientos urbanos informales (acceso a agua potable, disponibilidad de servicios de tratamiento de agua y residuos,…) el grado de exposición de muchas ciudades en expansión será un reto aún más urgente.
- La estrategias de preparación y resiliencia serán mucho más comprensible ahora para la población, para los agentes sociales y para los gestores y decisores públicos. Puede ser que en buena medida estas estrategias y planes fueran una actuación circunstancial o periférica. Ahora será una necesidad, porque la falta de preparación a todos los niveles en la mayoría de los países que no habían sufrido otras epidemias recientes (al contrario que países como Corea del Sur, Singapur, China o Taiwan) explica gran parte de la respuesta tardía, desorganizada y desorientada que se ha dado. Es presumible que los planes de resiliencia local ya existentes tengan que adaptarse a la evidencia y considerar aún mejor los niveles de preparación, alerta temprana y capacidad de respuesta en cuestiones sanitarias y de salud pública.
- Las infraestructuras sanitarias importan; por supuesto, la disponibilidad de plazas UCI o otros equipamientos hospitalarios ha sido el factor limitante que ha explicado “que esto no es una gripe” y el consiguiente confinamiento en el que vivimos (con la espada de Damocles de intuir que vendrán nuevas fases de aislamiento social). Estos servicios no dependen de las ciudades (suelen ser de inversión regional o nacional) pero sí estarán instalados en las ciudades, y estas han de pensar cómo los organizan, les dan servicio, facilitan expansiones o flexibilidades para acoger dispositivos temporales (por ejemplo, espacios para realización de tests fuera de las urgencias). Esto mismo vale para las redes de equipamientos de atención primaria, igual de relevantes para un sistema sanitario fuerte y, por tanto, mejor preparado para nuevos brotes.
- La digitalización de los servicios públicos locales, y del resto de dispositivos, equipamientos, espacios,….con los que interactuamos en nuestra cotidianeidad también se abrirá un camino más acelerado. Automatización de procesos y análisis de datos serán herramientas que los decisores públicos demandarán para poder gestionar mejor, se reorganizarán y rediseñarán servicios para hacerlos digitales y permitir más y mejores procedimientos en línea. Al mismo tiempo, las autoridades locales, por ser las más cercanas al ciudadano, tendrán que jugar un papel relevante, aunque complicado, en ser una marca de garantía de los derechos digitales de las personas respecto a los datos personales, en los servicios urbanos.
- Una dinámica más global, pero que puede tener plasmaciones a nivel local es el de la auto-suficiencia local. Las dudas sobre el futuro de la globalización industrial, del mercado alimentario o la centralización de la producción energética,…implican procesos de fondo que pueden tener sus manifestaciones en forma de una mayor suficiencia y garantía alimentarias, la aceleración de la generación energética distribuida, las políticas de cercanía (Melbourne, París) o la reindustrialización productiva de los entornos urbanos.
COVID-19 vīruss izplatās pilsētvidē, tāpēc šobrīd ir īstais brīdis pilsētvides eksperimentiem, pie tam šobrīd nodrošināt iespēju fiziski distancēties ir izšķiroši svarīgi.— Oto Ozols (@otucis) March 27, 2020
Avotu ielā nepieciešams paplašināt ietves. pic.twitter.com/gGP68b7JTG
Photograph: Alberto Pizzoli/AFP via Getty Images |
En cualquier caso, la situación que ha tocado vivir obliga a repensar la manera de organizar nuestras sociedades, servicios públicos, el trabajo, la sanidad pública,…por lo requiere también repensar las ciudades en las que viviremos y en las que afrontaremos próximas crisis sanitarias. No sabemos si llegará esa transformación, si será duradera o si será a mejor. No será fácil tampoco, y son muchas las lecturas que podemos hacer de todas estas semana. Si esto lo tomamos como oportunidad para reordenar prioridades y principios sobre los que se organiza la vida en comunidad, será un buen principio.
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No es fácil escribir sobre esta cuestión pero me he propuesto ordenar al menos algunas lecturas que voy sistematizando. Son apuntes dispersos y poco sistemáticos, como casi todo en este blog desde hace 12 años, pero al menos servirán para detectar algunos temas que creo serán relevantes en los próximos meses o años.
Posts previos:
- Coronavirus: urbanismo y movilidad
- Coronavirus: cambio climático y energía
- Coronavirus: desigualdad viral
- Coronavirus: medio ambiente y sostenibilidad
- Coronavirus: algunas implicaciones de salud pública
- Coronavirus: algunos repositorios de iniciativas locales
- Coronavirus: la respuesta tecnológica, un ensayo precipitado y a gran escala
Las escaleras, más que un simple tramo de peldaños, son un poema vertical en cada hogar. Elevan la estética y conectan niveles, fusionando función y estilo en cada ascenso.
ResponderEliminarLearn how cities are adjusting to the difficulties brought forth by the pandemic and influencing the course of the coronavirus period. It's always a pleasure to read your carefully considered and investigated articles.I appreciate you taking the time to impart your knowledge.
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