En un mundo crecientemente urbano y en medio de una pandemia global, toca mirar a las ciudades. Al fin y al cabo, por su propia naturaleza se está concentrando en ellas toda la afectación sanitaria, social y económica de la cris del coronavirus. La demografía hoy y mañana se basa en concentraciones de personas y de actividades en núcleos urbanos, suburbanos y/o metropolitanos. Dichos entornos importan aún más en mundo que ha re-descubierto una nueva fragilidad, su exposición a las pandemias. Vivimos un mundo urbano pero, aunque no éramos suficientemente conscientes (a pesar de la gripe aviar, SARS, MERS, H1M1,…), también vivimos en una era pandémica.
Los virus encuentran en las ciudades el ambiente perfecto para expandirse, no tanto por la densidad residencial, sino por los flujos e interacciones. Este punto es interesante como punto de partida para pensar las ciudades del futuro cercano, porque una de las primeras intuiciones es pensar en las ciudades densas como las más expuestas y las más problemáticas. Concluir esto tiene evidentes consecuencias prácticas: necesitaríamos ciudades menos densas, los entornos rurales estarían mejor preparados, los desarrollos unifamiliares y suburbanos serían los modelos ideales y más seguros, etc. Suena a una tentación anti-urbana. Ejemplos como Wuhan (que no es de las ciudades más densas de China y está lejos de los principales puestos de densidad a nivel mundial, y muy lejos de todas las grandes capitales europeas) o de Nueva York, que han sido grandes focos de contagios, parecerían apuntar en esa dirección.
Sin embargo, esta parece una conclusión precipitada. Puede que sea un reflejo del higienismo pasado, pero tiene poco que ver con el mundo actual y los sistemas de ciudades a nivel mundial, nacional, regional, funcional,…En la era de la conectividad, también la conectividad física, a efectos de preparación para nuevas pandemias la densidad urbana no parece un factor determinante. Al menos si hablamos de densidad y no de otras condiciones como el hacinamiento, los asentamientos informales, etc. Dicho esto, es evidente que las ciudades intensifican el alcance y la velocidad de expansión de brotes de enfermedades infecciosas, pero sobre todo por la intensidad de los contactos y relaciones que se producen en ellas y por ellas. Si bien la exposición urbana a las pandemias es aparentemente mayor, de nuevo más por su alta actividad que por la concentración de habitantes, ya sabemos que las ciudades más densas son las más eficientes a la hora de prestar servicios y, en general, por muchos otros motivos, por lo que su posición de partida para ofrecer una respuesta adecuada a las pandemias es mucho más eficiente que en la ciudad dispersa.
En el único punto en el que no pueden ofrecer una respuesta mejor es en la disponibilidad de espacio para la distancia social (ni en la esfera privada de las viviendas ni en la esfera pública). Respecto a las condiciones de las viviendas, hemos descubierto en las ciudades que los apartamentos y pisos no responden a las necesidades extraordinarias del confinamiento, y si ha de darse una adaptación, esta no será fácil ni rápida (dimensiones, balcones, ventilación, instalaciones comunes,...). Pero en lo que tiene que ver con la disponibilidad de más espacios públicos abiertos, mejores condiciones para estar en la calle con facilidades para la distancia social, la adaptación podría ser mucho más rápida y ahora estamos siendo conscientes de la necesidad de redistribuir los usos del espacio urbano para reducir el espacio dedicado a la circulación de vehículos de motor. Habrá que descubrir cuáles son esos lugares, cómo hacerlos más flexibles para este tipo de situaciones (que, muy probablemente, volverán a producirse), preguntarse cuál es una distribución más equilibrada de los usos del espacios urbano, etc.
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No es fácil escribir sobre esta cuestión pero me he propuesto ordenar al menos algunas lecturas que voy sistematizando. Son apuntes dispersos y poco sistemáticos, como casi todo en este blog desde hace 12 años, pero al menos servirán para detectar algunos temas que creo serán relevantes en los próximos meses o años.
Posts previos:
Map of cholera cases in London, 1854, created by Dr John Snow, which linked the outbreak to the Broad Street Pump water supply. John Snow/Wikimedia Commons, CC BY-NC-ND
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Sin embargo, esta parece una conclusión precipitada. Puede que sea un reflejo del higienismo pasado, pero tiene poco que ver con el mundo actual y los sistemas de ciudades a nivel mundial, nacional, regional, funcional,…En la era de la conectividad, también la conectividad física, a efectos de preparación para nuevas pandemias la densidad urbana no parece un factor determinante. Al menos si hablamos de densidad y no de otras condiciones como el hacinamiento, los asentamientos informales, etc. Dicho esto, es evidente que las ciudades intensifican el alcance y la velocidad de expansión de brotes de enfermedades infecciosas, pero sobre todo por la intensidad de los contactos y relaciones que se producen en ellas y por ellas. Si bien la exposición urbana a las pandemias es aparentemente mayor, de nuevo más por su alta actividad que por la concentración de habitantes, ya sabemos que las ciudades más densas son las más eficientes a la hora de prestar servicios y, en general, por muchos otros motivos, por lo que su posición de partida para ofrecer una respuesta adecuada a las pandemias es mucho más eficiente que en la ciudad dispersa.
En el único punto en el que no pueden ofrecer una respuesta mejor es en la disponibilidad de espacio para la distancia social (ni en la esfera privada de las viviendas ni en la esfera pública). Respecto a las condiciones de las viviendas, hemos descubierto en las ciudades que los apartamentos y pisos no responden a las necesidades extraordinarias del confinamiento, y si ha de darse una adaptación, esta no será fácil ni rápida (dimensiones, balcones, ventilación, instalaciones comunes,...). Pero en lo que tiene que ver con la disponibilidad de más espacios públicos abiertos, mejores condiciones para estar en la calle con facilidades para la distancia social, la adaptación podría ser mucho más rápida y ahora estamos siendo conscientes de la necesidad de redistribuir los usos del espacio urbano para reducir el espacio dedicado a la circulación de vehículos de motor. Habrá que descubrir cuáles son esos lugares, cómo hacerlos más flexibles para este tipo de situaciones (que, muy probablemente, volverán a producirse), preguntarse cuál es una distribución más equilibrada de los usos del espacios urbano, etc.
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No es fácil escribir sobre esta cuestión pero me he propuesto ordenar al menos algunas lecturas que voy sistematizando. Son apuntes dispersos y poco sistemáticos, como casi todo en este blog desde hace 12 años, pero al menos servirán para detectar algunos temas que creo serán relevantes en los próximos meses o años.
Posts previos:
- Coronavirus: urbanismo y movilidad
- Coronavirus: cambio climático y energía
- Coronavirus: desigualdad viral
- Coronavirus: medio ambiente y sostenibilidad
- Coronavirus: algunas implicaciones de salud pública
- Coronavirus: algunos repositorios de iniciativas locales
- Coronavirus: la respuesta tecnológica, un ensayo precipitado y a gran escala
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