Durante estos años de extensión del ideal de la ciudad inteligente, los proyectos destacados usualmente como arquetípicos siguen siendo prácticamente los mismos. Masdar (Emiratos Árabes Unidos), PlanIT Valley (Portugal), Río de Janeiro o Songdo (Corea del Sur) se mantienen como los proyectos más ambiciosos, completos y de mayor escala y siguen ocupando titulares con cierta periodicidad. Se suman así a las ciudades globales que protagonizan los rankings habituales (Singapur, Londres, Nueva York, Amsterdam…). ¿Es posible evaluarlas todas a la vez? ¿Sirven los ejemplos de las grandes ciudades globales para acompañar las necesidades de ciudades como Lagos, Kinshasa o Nairobi? ¿Qué tienen que ver los megalómanos planes de desarrollo urbano en China con las prioridades de las ciudades de América Latina?
Un mundo urbano significa un mundo desigual, con enormes disparidades de partida sobre la disponibilidad de recursos públicos, las condiciones sociales, la solidez de los sistemas políticos que las sustentan, el nivel competencial, la estructura industrial o, simplemente, los hábitos de vida, de consumo y de adopción tecnológica. Un mundo urbanizado es un mundo de territorios urbanizados relativamente estables en términos de crecimiento espacial (en los países más desarrollados) y de inusitado crecimiento en la mancha urbana de las ciudades de mayor crecimiento poblacional (desde Shanghai hasta Lagos, desde Panamá a Bangalore). Un mundo de ciudades inteligentes es, en definitiva, un mundo en el que los proyectos difieren fundamentalmente en escala, prioridades, capacidades, impacto y viabilidad.
Por ello, evaluar el estado de desarrollo práctico de las smart cities implica comprender que el tipo de proyectos en unas ciudades y en otras será diferente. Es así como, por ejemplo, los proyectos conocidos como cities from scratch o city in a box, es decir, la construcción de nuevas ciudades (magnífico, como siempre, este artículo de Adam Greenfield), aparece como una tipología que ha despertado gran interés principalmente en el Sudeste Asiático, mientras que en nuestro entorno más cercano no han dejado de ser proyectos anecdóticos y que no han llegado a buen puerto (como es el caso de PlanIT Valley, en Portugal). La necesidad de acoger grandes masas de población y, sobre todo, la disponibilidad de músculo financiero suficiente para proyectos de gran envergadura ha hecho que estos proyectos sean más factibles y deseados en los entornos que han sido testigos de mayores tasas de crecimiento económico en los últimos años. Es así como han surgido desarrollos o proyectos ex novo en Masdar (Emiratos Árabes Unidos), Lavasa (India), Xiongan (China), New Cairo (Egipto), Mall of the World (Dubai), Nova Cidade de Kilamba (Angola), Dholera o Lavasa (India). En otras ocasiones, la escala de la intervención no llega a ser la de una ciudad, sino que el proyecto de smart city se sitúa en un desarrollo urbanístico de una pieza no construida de la ciudad, normalmente un parque tecnológico o una zona industrial, con la instalación ex novo de tecnologías inteligentes (King Abdullah Economic City, Málaga, Kochi, Lyon, Skolkovo, Konza Techno City…, hasta un largo etcétera de nuevos distritos tecnológicos o de innovación urbana y nuevos barrios). Hasta Bill Gates quiere apuntarse al asunto. Por no hablar de la querencia por crear fake cities como en Corea del Sur,
Frente a estos proyectos, que no dejan de ser excepciones de un proceso de urbanización que acontece en ciudades ya construidas y que acoge a estos nuevos habitantes urbanos en barrios infradotados, la norma más general en unos países y en otros ha sido la renovación de barrios, áreas o distritos específicos mediante procesos de regeneración urbana (Amsterdam, Glasgow, Estocolmo, Malta, Santander, Londres, Río de Janeiro…). Estos proyectos usualmente toman la forma de renovaciones y actualizaciones tecnológicas en ámbitos sectoriales como la regeneración y rehabilitación energética de edificios, la implantación de nuevas soluciones en el espacio urbano (luminarias públicas, por ejemplo), la instalación de sistemas para la movilidad eléctrica, la instalación de paneles informativos digitales y otros dispositivos de interacción, el despliegue masivo de sensores como en el caso de Santander o del proyecto The Array of Things en Chicago, etc.
Por lo señalado anteriormente, la referencia a la ciudad inteligente puede ser equívoca; en la mayor parte de los casos, cuando un responsable político anuncia que quiere convertir su ciudad en una smart city o que ha conseguido la inversión para ser una ciudad inteligente, en realidad está hablando de intervenciones sectoriales o proyectos focalizados en un área concreta de la ciudad. Es así como podemos encontrar proyectos que alcanzan al conjunto del espacio urbano para intervenir en un aspecto concreto (digamos, la instalación masiva de contadores inteligentes o el despliegue de sensores de aparcamiento en superficie), pero normalmente son proyectos que alcanzan a un área concreta (barrio, calle, polígono industrial, red de equipamientos públicos).
Un mundo urbano significa un mundo desigual, con enormes disparidades de partida sobre la disponibilidad de recursos públicos, las condiciones sociales, la solidez de los sistemas políticos que las sustentan, el nivel competencial, la estructura industrial o, simplemente, los hábitos de vida, de consumo y de adopción tecnológica. Un mundo urbanizado es un mundo de territorios urbanizados relativamente estables en términos de crecimiento espacial (en los países más desarrollados) y de inusitado crecimiento en la mancha urbana de las ciudades de mayor crecimiento poblacional (desde Shanghai hasta Lagos, desde Panamá a Bangalore). Un mundo de ciudades inteligentes es, en definitiva, un mundo en el que los proyectos difieren fundamentalmente en escala, prioridades, capacidades, impacto y viabilidad.
New Cairo [Urban Development Consortium] |
Frente a estos proyectos, que no dejan de ser excepciones de un proceso de urbanización que acontece en ciudades ya construidas y que acoge a estos nuevos habitantes urbanos en barrios infradotados, la norma más general en unos países y en otros ha sido la renovación de barrios, áreas o distritos específicos mediante procesos de regeneración urbana (Amsterdam, Glasgow, Estocolmo, Malta, Santander, Londres, Río de Janeiro…). Estos proyectos usualmente toman la forma de renovaciones y actualizaciones tecnológicas en ámbitos sectoriales como la regeneración y rehabilitación energética de edificios, la implantación de nuevas soluciones en el espacio urbano (luminarias públicas, por ejemplo), la instalación de sistemas para la movilidad eléctrica, la instalación de paneles informativos digitales y otros dispositivos de interacción, el despliegue masivo de sensores como en el caso de Santander o del proyecto The Array of Things en Chicago, etc.
Por lo señalado anteriormente, la referencia a la ciudad inteligente puede ser equívoca; en la mayor parte de los casos, cuando un responsable político anuncia que quiere convertir su ciudad en una smart city o que ha conseguido la inversión para ser una ciudad inteligente, en realidad está hablando de intervenciones sectoriales o proyectos focalizados en un área concreta de la ciudad. Es así como podemos encontrar proyectos que alcanzan al conjunto del espacio urbano para intervenir en un aspecto concreto (digamos, la instalación masiva de contadores inteligentes o el despliegue de sensores de aparcamiento en superficie), pero normalmente son proyectos que alcanzan a un área concreta (barrio, calle, polígono industrial, red de equipamientos públicos).
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