martes, 30 de enero de 2018

Bherria, explorando nuevas claves en proyectos colaborativos a escala municipal

Oficialmente, lo que decían los materiales de difusión, Bherria es un proyecto de formación/aprendizaje sobre nuevos modelos de relación o colisión en temas como la participación ciudadana, el voluntariado, el activismo y la comunicación. Muchos ingredientes en la coctelera que ya lo hacían suficientemente complejo y, puede, difícil de concretar. Después, la realidad al ponerlo en marcha y vivir durante los últimos meses de 2017 su evolución hace que nos demos cuenta que ha sido otras cosas, o más cosas.


Asier lo ha explicado muy bien; Bherria, en su primera edición, ha sido un encuentro de personas e instituciones que andamos haciéndonos preguntas, buscando nuevos significados a las formas de hacer desde las políticas públicas de cercanía. Con más interrogantes que certezas, algunos han formado parte como participantes de un proceso más o menos clásico de formación (actividades online y encuentros presenciales) pero que en realidad ha tenido mucho más de encuentro. Otros hemos participado como facilitadores o como sea que se llame lo que hemos hecho. Muchas cosas, desde el diseño a la construcción de la plataforma online y sus contenidos, desde un extraordinario esfuerzo por documentar visualmente el proceso hasta una cuidada dedicación a los diferentes encuentros presenciales.

Ahora que el proyecto ha culminado, y mientras vemos qué podemos hacer con todo lo trabajado, es fácil resumir que, al final, Bherria ha sido un camino por las diferentes ágoras temáticas que teníamos previstas: Ágora de Autogestión y Procomún, el Ágora de SmartCitizen y el Ágora de Escucha y Comunicación Digital. Pero puede que sean los intangibles, difíciles de formalizar, los que hayan tenido más valor, o los que no hayamos cubierto suficientemente, o los que merezca la pena trabajar más adelante. Podemos agarrarnos a esa especie de decálogo que ha salido como conclusiones.


Bherria es fruto del esfuerzo de muchas personas, pero sin duda trabajar en equipo con Asier, Arantxa, Asier, Ritxi, Itziar, Ziortza, Raúl,… ha sido una suerte. Mucho curro, muchas urgencias y también mucho mimo, más del que yo he podido poner al encargarme del ágora de sociedad conectada y ciudadanía digital, que partía de la siguiente idea:

En los últimos años, la agenda de políticas públicas urbanas ha ido incorporando diferentes tendencias derivadas de los cambios sociales y culturales que se están produciendo en la sociedad contemporánea. Dentro de estos cambios, la esfera digital ocupa un lugar central. Las ciudades inteligentes aparecen como la realización de un escenario en el que diferentes tecnologías cambian nuestras relaciones personales, la forma en que se organizan y prestan los servicios públicos, las dinámicas de acción social colectiva, etc. ¿Cómo conseguir valor social y comunitario de estas tecnologías?

El recorrido ha implicado cuestionar los escenarios que abre la sociedad digital en materia de participación, de derechos, de hábitos cotidianos y prácticas colectivas. Nada nuevo cuando hablamos de propiedad de los datos, de la capacidad de tener margen de maniobra en el caldo tecnológico, de soberanía tecnológica, de nuevas formas de intervenir en lo público, etc., pero suficiente para poder extraer algunas ideas que han ido surgiendo en los debates y actividades del módulo.



La conversación, el punto de unión de la mayoría de los proyectos que los participantes han trabajado -proyectos o iniciativas concretas que están lanzando o gestionando en sus ayuntamientos- creo que ha sido el de descifrar qué significa hoy participar en un entorno que se ha hecho más complejo: procomún, inteligencia colectiva, autoorganización, esfera digital,...parece que crean nuevas condiciones o expectativas para abrir los proyectos que las instituciones acogen a escala local. Pero, más allá de esto, mi impresión más personal es que los ayuntamientos siguen necesitando respuestas y herramientas mucho más ajustadas a las condiciones con las que trabaja el personal involucrado en todos los proyectos que han circulado alrededor de Bherria (acogida a inmigrantes, políticas de juventud, procesos participativos -muchos, sorprendentemente, vinculados a espacios urbanos desaprovechados-, proyectos de atención social y voluntariado,...). No sé si faltan muchas más herramientas, recursos o capacidades -seguramente sí, todo a la vez- pero en lo que sí ha podido contribuir Bherria es a crear un entorno de colaboración entre los/as participantes, ahí hemos notado que hace falta más encuentro e intercambio entre personas y proyectos que, en el fondo, no están tan solas ante tantas incertidumbres a la hora de lanzar proyectos. En estos meses ha nacido un prototipo que puede servir para esto, ahora es cuestión de conseguir que se consolide algo, de una manera u otra. 

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