El primer número de 180º, el primer número de una nueva revista que ha lanzado Global CAD, ya está aquí. Tuve la oportunidad de escribir una contribución hace ya unos cuantos meses, en la que abordo cómo se están superando los modelos más tediosos, rígidos e institucionales de la participación ciudadana. Este primer número, titulado Back to Local, tal como lo presenta así Fernando Casado, busca analizar "tendencias alternativas que reflejan un cambio de mentalidad comprometido a cambiar nuestros hábitos: desde nuestros modelos de consumo y producción a la forma en que gestionamos el conocimiento y cómo interactuamos entre nosotros.(...) Ante esta situación, la identidad de barrio ha recuperado su razón de ser, las asociaciones están en el punto de mira y las cooperativas están otra vez de moda. Unidos por la necesidad y respondiendo con creatividad y solidaridad a los retos de un futuro que amenaza con colapsar, los ciudadanos han vuelto a centrarse en ellos mismos, en el vecindario. Han regresado a lo que es local. El terreno de juego para esta revolución es la ciudad, la cual se esfuerza en adaptarse a una ciudadanía que ya no acepta ser representada, sino que solicita y demanda un nuevo modelo de gestión urbana basado en políticas de participación pública con un carácter más inclusivo."
En la revista puedes encontrar contribuciones de Antanas Mockus, Javi Creus, Raons Públiques, Gemma Soles o Lea Rekow, entre otros. Abajo puedes leer mi texto (una traducción ddel original en inglés) y la revista completa la puedes leer aquí.
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La participación de la comunidad en la planificación urbana empieza a ser urgente. A pesar de que las sociedades buscan más acceso a información y transparencia en las decisiones públicas, se enfrentan muchas veces con sistemas de planificación oscuros y complejos cuando se trata de desarrollo urbano. La participación ciudadana necesita un proceso de diseño que considere estratégicamente cómo hacer de sus promesas una realidad.
El mundo en desarrollo está siendo testigo de unas tasas de urbanización sin precedentes. Esto trae aparejada una necesidad creciente por generar nuevas herramientas que ayuden a atender las demandas de las comunidades a partir de un criterio inclusivo y creativo que hagan de la planificación participativa una estrategia de alto impacto.
El diseño participativo ha ampliado sus límites durante la última década. Las encuestas, las audiencias públicas, las reuniones de espacios abiertos, las consultas, los diagnósticos participativos, ... eran parte de las herramientas tradicionales hace algunos años y siguen siendo lo que visualizamos cuando pensamos en participación. Salas de reuniones, papeles, pizarras, post-its y personas que se reúnen para hablar, debatir, sugerir, dar su consentimiento, etc. Además, esto se produce en torno a temas específicos designados por las autoridades como participativos. Aunque esta breve descripción puede parecer demasiado simplista e incluso injusta dada la amplia gama de técnicas heterogéneas, enfoques y herramientas, este ha sido el marco general de la participación pública en las decisiones locales.
Después llegaron las tecnologías en red y su generalización no sólo cambió nuestra vida cotidiana, sino también nuestra forma de pensar y nuestras expectativas. La externalización abierta de tareas, la producción entre pares, el intercambio colaborativo, los bienes y servicios comunes y otros conceptos e ideas se están convirtiendo en parte de la forma en la que entendemos cómo funcionan las cosas y cómo los proyectos deberían ser diseñados, gestionados y evaluados en diferentes esferas de la vida, desde el periodismo y los medios de información hasta el acceso a la producción cultural y el consumo. Así que, ¿por qué los gobiernos y las políticas públicas están tardando tanto tiempo en adaptar sus procedimientos a la forma en que vivimos? La respuesta es que la innovación y el cambio local requieren profundas mutaciones y liderazgos que todavía son escasos.
La participación, así como todo tipo de implicación en asuntos públicos, deben ser entendidos detalladamente para evitar las falsas expectativas y el síndrome de fatiga participativa. Aquí es donde debemos establecer una diferenciación crucial, como Thomas J. Lodato abordara perfectamente en su artículo “Tres posturas sobre el hackeo cívico”. Aunque el texto está vinculado a un enfoque particular de la participación cívica, el hackeo civíco, también puede adaptarse perfectamente a una visión más amplia de los procesos participativos. La participación en, la participación por y la participación a través, conforman tres marcos diferentes para entender el nivel de implicación en asuntos públicos que los procesos particulares de participación están promoviendo. Tener esto presente es una forma de establecer límites, el alcance y la ambición de cómo se concretará la toma de decisiones y la participación ciudadana.
Antes de mostrar cómo estas tendencias están remodelando nuestro conocimiento sobre el compromiso cívico en políticas locales, podemos resumir algunos criterios que aún son relevantes en el diseño de procesos participativos:
POR QUÉ. DEMOCRACIA Y MEJORES DECISIONES
La participación comunitaria en políticas locales y las cuestiones sociales, por lo general, vienen precedidas por una respuesta negativa predecible: “malgasta dinero, tiempo y recursos que no nos podemos permitir. Hay una necesidad urgente de tomar una decisión”. Antes o después, aquellos que pretenden promover un proceso participativo tendrán que hacer frente a esta crítica y vale la pena diseñar un proceso que abarque los riesgos, el escepticismo y las desventajas. La participación comunitaria puede suponer más tiempo hasta que se tome una decisión, mantener los conflictos paralizados, implicar una pérdida percibida de la autoridad de los organismos públicos o añadir incertidumbre en el proceso de toma de decisiones. Estas barreras, entre otras, son problemas potenciales a los que un diseño deliberado y sensato puede enfrentarse. La planificación participativa sin embargo, es más propensa a producir mejor decisiones respecto al entorno construido y la gente que lo disfruta. Estas decisiones en conjunto están mejor informadas, anticipan conflictos potenciales, ponen de relieve la legitimidad de las decisiones públicas, y crean un sentido de corresponsabilidad en la creación de los espacios urbanos. Pero, sobre todo, perfeccionar la participación y el compromiso cívico es la mejor manera de adaptar el trabajo institucional y la burocracia a las expectativas crecientes de las sociedades alrededor del mundo a expresar su opinión a la hora de dar forma a su propio entorno.
QUIÉN. TRANSPARENCIA E INCLUSIVIDAD
El principal reto de los proyectos urbanos tiene que ver con la necesidad de diseñarlos de un modo transparente e inclusivo, diferenciando los papeles que los distintos actores deberían desempeñar en función de su posición. El mapa de actores involucrados en el proyecto no tiene que ver con un largo listado de nombres. El reto crucial es asegurar que desempeñen su papel de un modo equilibrado y que definan un conjunto diferente de herramientas de participación, eventos y maneras de contribuir de tal forma que la mayoría de los intereses sociales estén incluidos. Ciertas herramientas como los sociogramas -un instrumento que mapea las interacciones entre los diferentes grupos de personas- o las herramientas de mapeos de actores son útiles para comprender el papel que cada actor puede tener en el proceso y definir la contribución correcta en cada etapa del proceso. Nos ayudan a profundizar en las relaciones dentro de la comunidad y facilitan a los diseñadores formas para involucrar a los participantes.
QUÉ. DISEÑO PARA CADA CASO ESPECÍFICO
A pesar de que la planificación participativa es una rama consolidada y ha sido utilizada en diferentes áreas de las políticas públicas, debe tenerse cuidado con las copias. Existe la tentación de pensar que lo que funcionó en un lugar podrá ser implementado de forma mimética en otros. Por supuesto, gracias a la amplitud de iniciativas precedentes, las organizaciones pueden inspirase de ellas, no hay necesidad de empezar de cero. Los facilitadores pueden encontrar fácilmente distintas guías, ejemplos inspiradores y consejos prácticos. Pero una de las recomendaciones más importantes que los planificadores comunitarios y los facilitadores de la participación dan es la adaptación del diseño para cada proyecto. El diseño caso a caso es la única manera de iniciar un proceso que puede variar en función del tema, la problemática urbana, las circunstancias sociales, los recursos disponibles, etc.
Teniendo presentes estas primeras ideas como principios del diseño para garantizar la incorporación de la conciencia del contexto a los procesos participativos, necesitamos integrar una mejor comprensión de las nuevas necesidades sociales y expectativas de lo que en realidad llamamos participación. Hubo un tiempo en el que la planificación participativa representaba sólo una serie de reuniones vespertinas aburridas. Probablemente esa aún sea la principal imagen que visualizamos a la hora de analizar un proceso participativo. Las reuniones internas, que son en realidad una manera muy limitada para que la gente se involucre, son una pequeña fracción de las diferentes herramientas que pueden usarse para despertar los intereses sociales y las contribuciones. Aquí es donde la creatividad puede inspirar a aquellos a cargo del diseño y la facilitación de procesos, para entender que las ideas pueden surgir de formas diferentes y que la implicación en cuestiones locales y comunitarias pueden ser más proactivas: ¿por qué no hacer ejercicios de dibujo para incluir las visiones infantiles?, ¿por qué no contar historias para incluir a las personas mayores?, ¿por qué no salir de los espacios cerrados?, ¿por qué no deshacerse de los papeles y cuestionarios y usar las paredes u otros formatos para recoger ideas?, ¿qué hay de transformar físicamente el espacio que se está discutiendo para imaginar su uso potencial?, ¿qué pasa con la participación de otros profesionales además de arquitectos y urbanistas (artistas, novelistas, fotógrafos,…) y pensar con una perspectiva diferente alejada de mapas, ordenanzas y códigos? Llegados a este punto, podemos mencionar un proyecto que ilustra bien esta idea, Green My Favela (Río de Janeiro, Brasil) como forma, entre otras, de ejemplificar el tipo de programas orientados a la acción que incluyen en su ADN un enfoque participativo basado en la apropiación real y creativa de la ciudad. La participación ya no es cuestión de obsesionarse con la representatividad e invitar a otros para personalizar los intereses de individuos o grupos, sino una cuestión de quién puede aportar y contribuir con sus propias manos.
Los procesos participativos digitales y los modos de involucrar colectivamente están impulsando la planificación comunitaria y la participación ciudadana en asuntos públicos. Acoger nuevas herramientas digitales (desde las redes sociales hasta la ciencia ciudadana, las aplicaciones móviles, el código abierto y la visualización espacial) han transformado la forma en la que la participación cívica es diseñada, ampliando el alcance, las personas involucradas, el tipo de contribuciones y, en resumen, mejorando la calidad de la participación comunitaria en las ciudades. Esto puede tener una función instrumental (haciendo un mapeo de lo invisible en comunidades marginales), pero ha resultado ser también una herramienta poderosa, como en el caso bien conocido de Kibera (Nairobi, Kenia), que impulsa la construcción y el compromiso de la comunidad. Las tecnologías cívicas también han tenido un gran impacto en la facilitación de proyectos de crowdsourcing que demuestran cómo los ciudadanos pueden transformar sus ciudades con sus propias manos. Desde proyectos cívicos de crowdfunding a través de Spacehive y otras plataformas que recogen ideas (Change by us, por ejemplo), hasta intervenciones tácticas para construir ca rriles bici de guerrilla, pasos de cebra, huertos urbanos y reactivar espacios desocupados. Todo esto, estas herramientas, proyectos y tendencias nos muestran un nuevo equilibrio al alza sobre la relación entre ciudadanos y gobierno. Con respecto a estos cambios, vale la pena señalar el criterio de diseño establecido en el documento Governance for the Future: An Inventor’s Toolkit, del Institute for the Future como una buena guía en esos principios previamente descritos que han sido renovados mediante la expansión del movimiento de innovación social. Nuevas metodologías de implicación y enfoques están siendo probados para entender cómo la participación trabaja en una sociedad interconectada (ver, por ejemplo, Citizen Canvas).
La tecnología está impulsando la innovación y la gobernanza no es una excepción. Las instituciones y sus burocracias son maquinarias pesadas que tardan más en adaptarse que la colectividad a las nuevas demandas de sociedades abiertas y gobernanzas democráticas más profundas. Como tal, la tecnología es sólo un facilitador de un cambio en la mentalidad cultural subyacente. Este cambio está relacionado con el movimiento colaborativo y el movimiento de ciudades compartidas (ver el Sharing Cities Toolkit, por ejemplo) que es la manifestación de un nuevo enfoque en la participación: no me digas que no puedo hacerlo.
En la revista puedes encontrar contribuciones de Antanas Mockus, Javi Creus, Raons Públiques, Gemma Soles o Lea Rekow, entre otros. Abajo puedes leer mi texto (una traducción ddel original en inglés) y la revista completa la puedes leer aquí.
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La participación de la comunidad en la planificación urbana empieza a ser urgente. A pesar de que las sociedades buscan más acceso a información y transparencia en las decisiones públicas, se enfrentan muchas veces con sistemas de planificación oscuros y complejos cuando se trata de desarrollo urbano. La participación ciudadana necesita un proceso de diseño que considere estratégicamente cómo hacer de sus promesas una realidad.
El mundo en desarrollo está siendo testigo de unas tasas de urbanización sin precedentes. Esto trae aparejada una necesidad creciente por generar nuevas herramientas que ayuden a atender las demandas de las comunidades a partir de un criterio inclusivo y creativo que hagan de la planificación participativa una estrategia de alto impacto.
El diseño participativo ha ampliado sus límites durante la última década. Las encuestas, las audiencias públicas, las reuniones de espacios abiertos, las consultas, los diagnósticos participativos, ... eran parte de las herramientas tradicionales hace algunos años y siguen siendo lo que visualizamos cuando pensamos en participación. Salas de reuniones, papeles, pizarras, post-its y personas que se reúnen para hablar, debatir, sugerir, dar su consentimiento, etc. Además, esto se produce en torno a temas específicos designados por las autoridades como participativos. Aunque esta breve descripción puede parecer demasiado simplista e incluso injusta dada la amplia gama de técnicas heterogéneas, enfoques y herramientas, este ha sido el marco general de la participación pública en las decisiones locales.
Después llegaron las tecnologías en red y su generalización no sólo cambió nuestra vida cotidiana, sino también nuestra forma de pensar y nuestras expectativas. La externalización abierta de tareas, la producción entre pares, el intercambio colaborativo, los bienes y servicios comunes y otros conceptos e ideas se están convirtiendo en parte de la forma en la que entendemos cómo funcionan las cosas y cómo los proyectos deberían ser diseñados, gestionados y evaluados en diferentes esferas de la vida, desde el periodismo y los medios de información hasta el acceso a la producción cultural y el consumo. Así que, ¿por qué los gobiernos y las políticas públicas están tardando tanto tiempo en adaptar sus procedimientos a la forma en que vivimos? La respuesta es que la innovación y el cambio local requieren profundas mutaciones y liderazgos que todavía son escasos.
La participación, así como todo tipo de implicación en asuntos públicos, deben ser entendidos detalladamente para evitar las falsas expectativas y el síndrome de fatiga participativa. Aquí es donde debemos establecer una diferenciación crucial, como Thomas J. Lodato abordara perfectamente en su artículo “Tres posturas sobre el hackeo cívico”. Aunque el texto está vinculado a un enfoque particular de la participación cívica, el hackeo civíco, también puede adaptarse perfectamente a una visión más amplia de los procesos participativos. La participación en, la participación por y la participación a través, conforman tres marcos diferentes para entender el nivel de implicación en asuntos públicos que los procesos particulares de participación están promoviendo. Tener esto presente es una forma de establecer límites, el alcance y la ambición de cómo se concretará la toma de decisiones y la participación ciudadana.
Antes de mostrar cómo estas tendencias están remodelando nuestro conocimiento sobre el compromiso cívico en políticas locales, podemos resumir algunos criterios que aún son relevantes en el diseño de procesos participativos:
POR QUÉ. DEMOCRACIA Y MEJORES DECISIONES
La participación comunitaria en políticas locales y las cuestiones sociales, por lo general, vienen precedidas por una respuesta negativa predecible: “malgasta dinero, tiempo y recursos que no nos podemos permitir. Hay una necesidad urgente de tomar una decisión”. Antes o después, aquellos que pretenden promover un proceso participativo tendrán que hacer frente a esta crítica y vale la pena diseñar un proceso que abarque los riesgos, el escepticismo y las desventajas. La participación comunitaria puede suponer más tiempo hasta que se tome una decisión, mantener los conflictos paralizados, implicar una pérdida percibida de la autoridad de los organismos públicos o añadir incertidumbre en el proceso de toma de decisiones. Estas barreras, entre otras, son problemas potenciales a los que un diseño deliberado y sensato puede enfrentarse. La planificación participativa sin embargo, es más propensa a producir mejor decisiones respecto al entorno construido y la gente que lo disfruta. Estas decisiones en conjunto están mejor informadas, anticipan conflictos potenciales, ponen de relieve la legitimidad de las decisiones públicas, y crean un sentido de corresponsabilidad en la creación de los espacios urbanos. Pero, sobre todo, perfeccionar la participación y el compromiso cívico es la mejor manera de adaptar el trabajo institucional y la burocracia a las expectativas crecientes de las sociedades alrededor del mundo a expresar su opinión a la hora de dar forma a su propio entorno.
QUIÉN. TRANSPARENCIA E INCLUSIVIDAD
El principal reto de los proyectos urbanos tiene que ver con la necesidad de diseñarlos de un modo transparente e inclusivo, diferenciando los papeles que los distintos actores deberían desempeñar en función de su posición. El mapa de actores involucrados en el proyecto no tiene que ver con un largo listado de nombres. El reto crucial es asegurar que desempeñen su papel de un modo equilibrado y que definan un conjunto diferente de herramientas de participación, eventos y maneras de contribuir de tal forma que la mayoría de los intereses sociales estén incluidos. Ciertas herramientas como los sociogramas -un instrumento que mapea las interacciones entre los diferentes grupos de personas- o las herramientas de mapeos de actores son útiles para comprender el papel que cada actor puede tener en el proceso y definir la contribución correcta en cada etapa del proceso. Nos ayudan a profundizar en las relaciones dentro de la comunidad y facilitan a los diseñadores formas para involucrar a los participantes.
QUÉ. DISEÑO PARA CADA CASO ESPECÍFICO
A pesar de que la planificación participativa es una rama consolidada y ha sido utilizada en diferentes áreas de las políticas públicas, debe tenerse cuidado con las copias. Existe la tentación de pensar que lo que funcionó en un lugar podrá ser implementado de forma mimética en otros. Por supuesto, gracias a la amplitud de iniciativas precedentes, las organizaciones pueden inspirase de ellas, no hay necesidad de empezar de cero. Los facilitadores pueden encontrar fácilmente distintas guías, ejemplos inspiradores y consejos prácticos. Pero una de las recomendaciones más importantes que los planificadores comunitarios y los facilitadores de la participación dan es la adaptación del diseño para cada proyecto. El diseño caso a caso es la única manera de iniciar un proceso que puede variar en función del tema, la problemática urbana, las circunstancias sociales, los recursos disponibles, etc.
Teniendo presentes estas primeras ideas como principios del diseño para garantizar la incorporación de la conciencia del contexto a los procesos participativos, necesitamos integrar una mejor comprensión de las nuevas necesidades sociales y expectativas de lo que en realidad llamamos participación. Hubo un tiempo en el que la planificación participativa representaba sólo una serie de reuniones vespertinas aburridas. Probablemente esa aún sea la principal imagen que visualizamos a la hora de analizar un proceso participativo. Las reuniones internas, que son en realidad una manera muy limitada para que la gente se involucre, son una pequeña fracción de las diferentes herramientas que pueden usarse para despertar los intereses sociales y las contribuciones. Aquí es donde la creatividad puede inspirar a aquellos a cargo del diseño y la facilitación de procesos, para entender que las ideas pueden surgir de formas diferentes y que la implicación en cuestiones locales y comunitarias pueden ser más proactivas: ¿por qué no hacer ejercicios de dibujo para incluir las visiones infantiles?, ¿por qué no contar historias para incluir a las personas mayores?, ¿por qué no salir de los espacios cerrados?, ¿por qué no deshacerse de los papeles y cuestionarios y usar las paredes u otros formatos para recoger ideas?, ¿qué hay de transformar físicamente el espacio que se está discutiendo para imaginar su uso potencial?, ¿qué pasa con la participación de otros profesionales además de arquitectos y urbanistas (artistas, novelistas, fotógrafos,…) y pensar con una perspectiva diferente alejada de mapas, ordenanzas y códigos? Llegados a este punto, podemos mencionar un proyecto que ilustra bien esta idea, Green My Favela (Río de Janeiro, Brasil) como forma, entre otras, de ejemplificar el tipo de programas orientados a la acción que incluyen en su ADN un enfoque participativo basado en la apropiación real y creativa de la ciudad. La participación ya no es cuestión de obsesionarse con la representatividad e invitar a otros para personalizar los intereses de individuos o grupos, sino una cuestión de quién puede aportar y contribuir con sus propias manos.
Los procesos participativos digitales y los modos de involucrar colectivamente están impulsando la planificación comunitaria y la participación ciudadana en asuntos públicos. Acoger nuevas herramientas digitales (desde las redes sociales hasta la ciencia ciudadana, las aplicaciones móviles, el código abierto y la visualización espacial) han transformado la forma en la que la participación cívica es diseñada, ampliando el alcance, las personas involucradas, el tipo de contribuciones y, en resumen, mejorando la calidad de la participación comunitaria en las ciudades. Esto puede tener una función instrumental (haciendo un mapeo de lo invisible en comunidades marginales), pero ha resultado ser también una herramienta poderosa, como en el caso bien conocido de Kibera (Nairobi, Kenia), que impulsa la construcción y el compromiso de la comunidad. Las tecnologías cívicas también han tenido un gran impacto en la facilitación de proyectos de crowdsourcing que demuestran cómo los ciudadanos pueden transformar sus ciudades con sus propias manos. Desde proyectos cívicos de crowdfunding a través de Spacehive y otras plataformas que recogen ideas (Change by us, por ejemplo), hasta intervenciones tácticas para construir ca rriles bici de guerrilla, pasos de cebra, huertos urbanos y reactivar espacios desocupados. Todo esto, estas herramientas, proyectos y tendencias nos muestran un nuevo equilibrio al alza sobre la relación entre ciudadanos y gobierno. Con respecto a estos cambios, vale la pena señalar el criterio de diseño establecido en el documento Governance for the Future: An Inventor’s Toolkit, del Institute for the Future como una buena guía en esos principios previamente descritos que han sido renovados mediante la expansión del movimiento de innovación social. Nuevas metodologías de implicación y enfoques están siendo probados para entender cómo la participación trabaja en una sociedad interconectada (ver, por ejemplo, Citizen Canvas).
La tecnología está impulsando la innovación y la gobernanza no es una excepción. Las instituciones y sus burocracias son maquinarias pesadas que tardan más en adaptarse que la colectividad a las nuevas demandas de sociedades abiertas y gobernanzas democráticas más profundas. Como tal, la tecnología es sólo un facilitador de un cambio en la mentalidad cultural subyacente. Este cambio está relacionado con el movimiento colaborativo y el movimiento de ciudades compartidas (ver el Sharing Cities Toolkit, por ejemplo) que es la manifestación de un nuevo enfoque en la participación: no me digas que no puedo hacerlo.
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