Se ha publicado el libro con los resultados y reflexiones del seminario Perspectivas y oportunidades de la ciudad construida celebrado en mayo de 2013. Es una cuidada edición de textos breves que formaron parte de los contenidos del curso con autores como Josep Sorribes, Andrés Boix, Tania Magro, Ramón Marrades, Planol.info, David Estal, Equipo N-550, Chema Segovia, Tanit Plana o Eva De Klerk.. Entre ellos, puedes encontrar un resumen de mi intervención en el curso, que entonces titulé Nuevos espacios para la economía urbana en un mientras tanto permanente. Dejo aquí el texto original que preparé. La edición lo ha mejorado en cuanto a claridad sobre todo. Gracias a Josep, David, Chema y Ramón por el currazo.
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Existen numerosos pasivos urbanos que nos quedan a modo ‘recuerdo’ de la crisis, capacidades infrautilizadas diseminadas por todo el territorio en forma de infraestructuras, edificios, equipamientos… Herencia de un urbanismo rígido, formal y reactivo, que prefiere el proyecto corsé al proceso.
Como manera de afrontar esta realidad surge el enfoque del urbanismo adaptativo. Un urbanismo con nuevas formas de crear cercanía y relación entre la ciudadanía más próxima a estos espacios en desuso de la ciudad construida. Hacer una transición de los modelos predecibles a la adaptación a la realidad. Rompiendo con el mito de la permanencia y superando el pánico a la inestabilidad del nuevo contexto de organización del trabajo y de las nuevas dinámicas sociales y culturales. No desde la perspectiva de construir proyectos sino procesos, con lo que la ciudad entonces se vuelve editable mediante un urbanismo táctico, flexible y transitorio.
Y ¿por qué ahora? Debido a la imposibilidad de dar respuestas a largo plazo, la incertidumbre en la que estamos inmersos, los nuevos escenarios económicos y mercado de trabajo; es preciso maximizar el valor social de lo que ya tenemos, de acuerdo a la creciente intensificación del uso del espacio público, el activismo y la creatividad. Lo que supone el redescubrimiento de soluciones colectivas en detrimento de las soluciones institucionales.
Activar las capacidades de nuestras ciudades, en un mientras tanto permanente, mediante la rehabilitación de barrios, la gran reconversión, la recuperación ciudadana de infraestructuras y la reconquista del espacio público, supone en definitiva, volver a la ciudad para disfrutar de ella y de sus posibilidades. Carece de sentido esperar para utilizar estos espacios residuales y obras inacabadas en un eterno limbo, que invaden nuestras ciudades. ¿Por qué no cambiar el uso previsto, una activación temporal y optimizar o intensificar el uso?
Superando las posibles limitaciones normativa y permisos, la cultura política, las condiciones físicas de los espacios, etc., el urbanismo adaptativo propone:
• Generar usos no excluyentes respecto a los previstos en planeamiento.
• Intensificar la actividad y el uso de suelos y equipamientos en transición.
• Experimentar usos alternativos o nuevas prácticas generadas desde lo local y lo cercano.
• Crear nuevos recursos para las actividades con valor económico.
• Dinamizar nuevos sectores productivos.
• Activar centralidades desde la pertenencia.
• Ensayar nuevos espacios públicos y usos comunitarios.
• Pasar de la financiación cerrada a las redes, yendo más allá del capital económico.
• Construir procesos más que construir proyectos.
• Generar demanda social para que el proyecto se mantenga y se consolide.
Los espacios y recursos susceptibles de esta nueva mirada son muy variados e incluyen:
• Lonjas de uso comercial sin actividad, normalmente cerradas durante cierto tiempo y que no tienen salida coyuntural en el mercado inmobiliario.
• Solares y espacios abiertos, con diferentes grados de abandono, calidad de su urbanización o expectativa de edificación.
• Espacios públicos plenamente funcionales y en buenas condiciones que puedan ser escenario y lugar para actividades e instalaciones temporales que ensanchen sus posibilidades y maximicen su potencial como atractores de la vida en la ciudad.
• Edificios destinados a vivienda que potencialmente puedan tener un uso diferente.
• Equipamientos públicos de diferente signo (deportivos, culturales, socio-comunitarios, etc.) pero subutilizados o con un gap importante para su utilización al máximo, bien a nivel de ocupación de sus espacios, bien a nivel de programación de actividades.
• Edificios industriales en desuso, también con diferentes grados de abandono y condiciones físicas, que puedan servir para acoger actividades compatibles con su estado actual.
• Áreas en obras, especialmente aquellas de un cierto tamaño sometidas a proyectos de renovación urbana o a la construcción de infraestructuras.
• Callejones y otros espacios residuales que, a pesar de su uso abierto como espacio social, de tránsito y de disfrute en la calle, son escasamente utilizados por sus características físicas o un bajo nivel de equipamiento (iluminación pública, falta de mobiliario urbano, etc) y que con la promoción de arquitecturas y otras intervenciones ligeras puedan tener un mayor uso ciudadano.
• Superficies dedicadas a aparcamiento (aparcamiento regulado en superficie, grandes áreas de parking en centros comerciales o zonas industriales), que sólo en determinados picos del día y de la semana son utilizadas de forma intensiva y el resto del tiempo son zonas sin actividad o uso definido.
• Mobiliario urbano en desuso, en la medida en que puedan ser objeto de intervenciones que modifiquen su uso, mejoren su utilidad o creen nuevas posibilidades de uso.
La agenda de las políticas urbanas necesita reinventarse para un tiempo que no fue el previsto en las normativas que rigen las dinámicas del urbanismo tal como lo hemos conocido. El marco tradicional del urbanismo ha perseguido siempre fijar usos y dar respuestas sólidas y con vocación de permanencia con herramientas de planificación que buscan dar estabilidad. Sin embargo, en un momento de cambio como el que vivimos, esta aspiración de permanencia necesita flexibilizar su lógica para poder ser permeable a proyectos y dinámicas de expresión social mucho mejor adaptadas a la realidad social actual y a la urgencia por ofrecer valor social a tantos recursos ociosos en las ciudades.
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Existen numerosos pasivos urbanos que nos quedan a modo ‘recuerdo’ de la crisis, capacidades infrautilizadas diseminadas por todo el territorio en forma de infraestructuras, edificios, equipamientos… Herencia de un urbanismo rígido, formal y reactivo, que prefiere el proyecto corsé al proceso.
Como manera de afrontar esta realidad surge el enfoque del urbanismo adaptativo. Un urbanismo con nuevas formas de crear cercanía y relación entre la ciudadanía más próxima a estos espacios en desuso de la ciudad construida. Hacer una transición de los modelos predecibles a la adaptación a la realidad. Rompiendo con el mito de la permanencia y superando el pánico a la inestabilidad del nuevo contexto de organización del trabajo y de las nuevas dinámicas sociales y culturales. No desde la perspectiva de construir proyectos sino procesos, con lo que la ciudad entonces se vuelve editable mediante un urbanismo táctico, flexible y transitorio.
Y ¿por qué ahora? Debido a la imposibilidad de dar respuestas a largo plazo, la incertidumbre en la que estamos inmersos, los nuevos escenarios económicos y mercado de trabajo; es preciso maximizar el valor social de lo que ya tenemos, de acuerdo a la creciente intensificación del uso del espacio público, el activismo y la creatividad. Lo que supone el redescubrimiento de soluciones colectivas en detrimento de las soluciones institucionales.
Activar las capacidades de nuestras ciudades, en un mientras tanto permanente, mediante la rehabilitación de barrios, la gran reconversión, la recuperación ciudadana de infraestructuras y la reconquista del espacio público, supone en definitiva, volver a la ciudad para disfrutar de ella y de sus posibilidades. Carece de sentido esperar para utilizar estos espacios residuales y obras inacabadas en un eterno limbo, que invaden nuestras ciudades. ¿Por qué no cambiar el uso previsto, una activación temporal y optimizar o intensificar el uso?
Superando las posibles limitaciones normativa y permisos, la cultura política, las condiciones físicas de los espacios, etc., el urbanismo adaptativo propone:
• Generar usos no excluyentes respecto a los previstos en planeamiento.
• Intensificar la actividad y el uso de suelos y equipamientos en transición.
• Experimentar usos alternativos o nuevas prácticas generadas desde lo local y lo cercano.
• Crear nuevos recursos para las actividades con valor económico.
• Dinamizar nuevos sectores productivos.
• Activar centralidades desde la pertenencia.
• Ensayar nuevos espacios públicos y usos comunitarios.
• Pasar de la financiación cerrada a las redes, yendo más allá del capital económico.
• Construir procesos más que construir proyectos.
• Generar demanda social para que el proyecto se mantenga y se consolide.
Los espacios y recursos susceptibles de esta nueva mirada son muy variados e incluyen:
• Lonjas de uso comercial sin actividad, normalmente cerradas durante cierto tiempo y que no tienen salida coyuntural en el mercado inmobiliario.
• Solares y espacios abiertos, con diferentes grados de abandono, calidad de su urbanización o expectativa de edificación.
• Espacios públicos plenamente funcionales y en buenas condiciones que puedan ser escenario y lugar para actividades e instalaciones temporales que ensanchen sus posibilidades y maximicen su potencial como atractores de la vida en la ciudad.
• Edificios destinados a vivienda que potencialmente puedan tener un uso diferente.
• Equipamientos públicos de diferente signo (deportivos, culturales, socio-comunitarios, etc.) pero subutilizados o con un gap importante para su utilización al máximo, bien a nivel de ocupación de sus espacios, bien a nivel de programación de actividades.
• Edificios industriales en desuso, también con diferentes grados de abandono y condiciones físicas, que puedan servir para acoger actividades compatibles con su estado actual.
• Áreas en obras, especialmente aquellas de un cierto tamaño sometidas a proyectos de renovación urbana o a la construcción de infraestructuras.
• Callejones y otros espacios residuales que, a pesar de su uso abierto como espacio social, de tránsito y de disfrute en la calle, son escasamente utilizados por sus características físicas o un bajo nivel de equipamiento (iluminación pública, falta de mobiliario urbano, etc) y que con la promoción de arquitecturas y otras intervenciones ligeras puedan tener un mayor uso ciudadano.
• Superficies dedicadas a aparcamiento (aparcamiento regulado en superficie, grandes áreas de parking en centros comerciales o zonas industriales), que sólo en determinados picos del día y de la semana son utilizadas de forma intensiva y el resto del tiempo son zonas sin actividad o uso definido.
• Mobiliario urbano en desuso, en la medida en que puedan ser objeto de intervenciones que modifiquen su uso, mejoren su utilidad o creen nuevas posibilidades de uso.
La agenda de las políticas urbanas necesita reinventarse para un tiempo que no fue el previsto en las normativas que rigen las dinámicas del urbanismo tal como lo hemos conocido. El marco tradicional del urbanismo ha perseguido siempre fijar usos y dar respuestas sólidas y con vocación de permanencia con herramientas de planificación que buscan dar estabilidad. Sin embargo, en un momento de cambio como el que vivimos, esta aspiración de permanencia necesita flexibilizar su lógica para poder ser permeable a proyectos y dinámicas de expresión social mucho mejor adaptadas a la realidad social actual y a la urgencia por ofrecer valor social a tantos recursos ociosos en las ciudades.
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