El viernes pasado tuve la oportunidad de participar en la sesión inicial del curso de verano de la Universidad de Cantabria Nuevas tecnologías y participación ciudadana, un nuevo contexto para la gestión de la ciudad. Planteé la intervención bajo el título Ciudad y tecnología. Participación ciudadana en la sociedad conectada con la idea de hacer una aproximación crítica, realista y constructiva sobre el nuevo escenario de incidencia ciudadana en los asuntos públicos relacionados con la vida urbana.
Hace ya unos cuantos años dediqué mucho tiempo a promover procesos de participación ciudadana en Cantabria (cuando aún el impacto de los nuevos medios digitales era incipiente en los temas de participación ciudadana) y compartí mucho tiempo con Jaime Gutiérrez, el director del curso, así que, casi inconscientemente, durante mi intervención subyacía la pregunta "¿qué hay nuevo en todo esto?". El modelo de intermediación con las instituciones ha cambiado en gran medida. Se han reducido las distancias y disponemos de nuevas formas de relacionarnos con las decisiones públicas impensables antes. Pero, ¿han cambiado las herramientas o han cambiado los principios/valores? Al fin y al cabo, es evidente que en las calles está de manifiesto el descontento social y la desafección democrática de la forma más cruda. Y aquí, como hipótesis, planteo que el cambio está en la transformación cultural de la sociedad conectada, que va progresivamente impregando nuestras formas de hacer y nuestras expectativas sobre lo posible de nuevos conceptos que damos por hecho. Y aquí un recordatorio obligado que hago siempre sobre el wishful thinking.
Se abren nuevos canales para intervenir en nuestra realidad más cercana, para colaborar y también para traspasar los muros de lo que se puede y no se puede hacer. Se amplía, a través de herramientas muy básicas (y también poco críticas y sin capacidad de generar contextos de compromisos más estables), la base de la participación, seguramente a niveles muy simples de información, queja, etc. Pero a partir de ahí, la participación en torno a comunidades y prácticas colaborativas, se va haciendo más sólida, o al menos dispone ahora de nuevas formas de organización. De la participación por representación a la participación con contribución. Menos quién eres y qué representas, y más qué puedes aportar. Menos obsesión por las soluciones/herramientas y más procesos/espacios de cooperación.
Hace ya unos cuantos años dediqué mucho tiempo a promover procesos de participación ciudadana en Cantabria (cuando aún el impacto de los nuevos medios digitales era incipiente en los temas de participación ciudadana) y compartí mucho tiempo con Jaime Gutiérrez, el director del curso, así que, casi inconscientemente, durante mi intervención subyacía la pregunta "¿qué hay nuevo en todo esto?". El modelo de intermediación con las instituciones ha cambiado en gran medida. Se han reducido las distancias y disponemos de nuevas formas de relacionarnos con las decisiones públicas impensables antes. Pero, ¿han cambiado las herramientas o han cambiado los principios/valores? Al fin y al cabo, es evidente que en las calles está de manifiesto el descontento social y la desafección democrática de la forma más cruda. Y aquí, como hipótesis, planteo que el cambio está en la transformación cultural de la sociedad conectada, que va progresivamente impregando nuestras formas de hacer y nuestras expectativas sobre lo posible de nuevos conceptos que damos por hecho. Y aquí un recordatorio obligado que hago siempre sobre el wishful thinking.
Se abren nuevos canales para intervenir en nuestra realidad más cercana, para colaborar y también para traspasar los muros de lo que se puede y no se puede hacer. Se amplía, a través de herramientas muy básicas (y también poco críticas y sin capacidad de generar contextos de compromisos más estables), la base de la participación, seguramente a niveles muy simples de información, queja, etc. Pero a partir de ahí, la participación en torno a comunidades y prácticas colaborativas, se va haciendo más sólida, o al menos dispone ahora de nuevas formas de organización. De la participación por representación a la participación con contribución. Menos quién eres y qué representas, y más qué puedes aportar. Menos obsesión por las soluciones/herramientas y más procesos/espacios de cooperación.
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