Cuando empecé a darle vueltas al tema del urbanismo adaptativo y la utilización temporal de equipamientos y espacios en desuso apenas tenía referencias sobre libros que trabajara específicamente el tema. Uno de los primeros descubrimientos fue The temporary city, especialmente para el caso de grandes intervenciones en las que el proyecto previsto llevará un buen tiempo. Desde entonces, ese libro es una visita periódica para revisar diferentes experiencias analizadas en sus páginas.
Pero seguía faltándome un libro con mayor perspectiva temporal y con una contextualización más abundante sobre el renovado interés por la reutilización de edificios, equipamientos y espacios. Ese libro es Urban Catalyst. The power of temporary use, publicado en enero de 2013. Un proyecto financiado por la Unión Europea desarrollado entre 2001 y 2003 fue el origen de un trabajo de investigación de más de diez años sustanciado a través de la plataforma Urban Catalyst y que representa un material fundamental.
El libro, editado por Philipp Misselwitz, Philipp Oswalt y Klaus Overmeyer constituye un repaso a experiencias de diferente signo de estrategias de reutilización temporal de solares, edificios abandonados, factorías sin uso, locales comerciales inactivos, equipamientos públicos e incluso grandes áreas de renovación urbana. Estos ejemplos provienen en gran parte de Alemania (con una notable presencia de Berlín) y Holanda, pero también aparecen experiencias en Italia, Finlandia, Reino Unido, Italia, Serbia o Ucrania. Estos están además diseccionados de forma muy práctica, incluyendo detalles fundamentales para comprender no sólo la lógica sino también las cuestiones más operativas de estos proyectos, desde la financiación hasta las técnicas de planeamiento y asignación de usos seguidas. Resulta significativo además que las descripciones hacen hincapié en el contexto de actores protagonistas en cada experiencia –desde el papel de los propietarios hasta las relaciones entre los agentes promotores de usos temporales- y se agradece también que la lectura de la evolución de los procesos sea crítica respecto a aspectos negativos y fricciones surgidas durante estos procesos.
Sin embargo, el libro es mucho más que una sucesión de relatos de experiencias. Catalogar experiencias de este tipo es un trabajo inacabable y voy añadiendo nuevos casos cada semana. Contar con una referencia analítica es aún más valioso en este momento en el que estoy profundizando en este tema. Así, el libro presenta de forma brillante dos tipologías que forman un buen marco de investigación; por un lado, una definición de tipologías de usos temporales (reemplazar, impulsar, consolidar, parasitar, consolidar, coexistir, desplazar, liderar) y, por otro lado, un estupendo análisis sobre estrategias de activación de este tipo de proyectos. Es, en especial, en esta clasificación donde se muestran mejor los diferentes papeles de propietarios, activadores y administración pública y en función del equilibrio entre ellos pueden darse estrategias de facilitación, de iniciación, de reclamación, de acompañamiento, de formalización o de explotación.
También hay margen para una de las incógnitas principales sobre este tipo de proyectos, los aspectos jurídicos y de formalización de relaciones y contratos entre propietarios y activadores. De la misma forma, el propio planteamiento de inicio de la investigación de todos estos años recogida en el libro es una completa crítica del planeamiento formalista que ha sido norma general las últimas décadas y una aproximación muy clara hacia una nueva práctica urbanística más pragmática respecto a la aspiración de dar soluciones de gran escala y de alcance temporal definitivo.
Es por esto que Urban catalyst va a ser mi principal referencia en los próximos meses ya que parte de algunas de las premisas con las que empecé a trabajar este tema: la incapacidad de dar respuesta a la crisis del urbanismo expansivo. Los propios editores asumen cómo estas prácticas están ganando reconocimiento en las actuales circunstancias:
Formerly, a Project like Urban Catalyst would have been seen by the investment establishment simply as a hobby for some left-wing, socially engaged planners of the leftist-scene. But today, business developers, municipalities and property owners alike have woken up to the fact that the sustainable and successful development of urban life cannot be achieved without a consideration of contextual aspects. (…) Traditionally seen as threatening the interests of owners and developers, informal uses are now increasingly embraced as valuable indicators for potential growth.
Esta es una cuestión en la que suelo insistir para reconocer tantos proyectos que peleaban a la contra hace unos años, cuando las circunstancias eran otras y este tipo de intervenciones urbanas eran vistas con condescendencia en el mejor de los casos y con el rechazo frontal de instituciones y de las fuerzas que hicieron urbanismo en la práctica todos estos años. Por eso también, ahora que se abren oportunidades para adoptar estrategias más integrales de utilización temporal de recursos públicos en desuso en la ciudad, el punto de partida es precisar que no son second-best options, sino una forma más adaptativa de crear ciudad.
Pero seguía faltándome un libro con mayor perspectiva temporal y con una contextualización más abundante sobre el renovado interés por la reutilización de edificios, equipamientos y espacios. Ese libro es Urban Catalyst. The power of temporary use, publicado en enero de 2013. Un proyecto financiado por la Unión Europea desarrollado entre 2001 y 2003 fue el origen de un trabajo de investigación de más de diez años sustanciado a través de la plataforma Urban Catalyst y que representa un material fundamental.
El libro, editado por Philipp Misselwitz, Philipp Oswalt y Klaus Overmeyer constituye un repaso a experiencias de diferente signo de estrategias de reutilización temporal de solares, edificios abandonados, factorías sin uso, locales comerciales inactivos, equipamientos públicos e incluso grandes áreas de renovación urbana. Estos ejemplos provienen en gran parte de Alemania (con una notable presencia de Berlín) y Holanda, pero también aparecen experiencias en Italia, Finlandia, Reino Unido, Italia, Serbia o Ucrania. Estos están además diseccionados de forma muy práctica, incluyendo detalles fundamentales para comprender no sólo la lógica sino también las cuestiones más operativas de estos proyectos, desde la financiación hasta las técnicas de planeamiento y asignación de usos seguidas. Resulta significativo además que las descripciones hacen hincapié en el contexto de actores protagonistas en cada experiencia –desde el papel de los propietarios hasta las relaciones entre los agentes promotores de usos temporales- y se agradece también que la lectura de la evolución de los procesos sea crítica respecto a aspectos negativos y fricciones surgidas durante estos procesos.
Sin embargo, el libro es mucho más que una sucesión de relatos de experiencias. Catalogar experiencias de este tipo es un trabajo inacabable y voy añadiendo nuevos casos cada semana. Contar con una referencia analítica es aún más valioso en este momento en el que estoy profundizando en este tema. Así, el libro presenta de forma brillante dos tipologías que forman un buen marco de investigación; por un lado, una definición de tipologías de usos temporales (reemplazar, impulsar, consolidar, parasitar, consolidar, coexistir, desplazar, liderar) y, por otro lado, un estupendo análisis sobre estrategias de activación de este tipo de proyectos. Es, en especial, en esta clasificación donde se muestran mejor los diferentes papeles de propietarios, activadores y administración pública y en función del equilibrio entre ellos pueden darse estrategias de facilitación, de iniciación, de reclamación, de acompañamiento, de formalización o de explotación.
También hay margen para una de las incógnitas principales sobre este tipo de proyectos, los aspectos jurídicos y de formalización de relaciones y contratos entre propietarios y activadores. De la misma forma, el propio planteamiento de inicio de la investigación de todos estos años recogida en el libro es una completa crítica del planeamiento formalista que ha sido norma general las últimas décadas y una aproximación muy clara hacia una nueva práctica urbanística más pragmática respecto a la aspiración de dar soluciones de gran escala y de alcance temporal definitivo.
Es por esto que Urban catalyst va a ser mi principal referencia en los próximos meses ya que parte de algunas de las premisas con las que empecé a trabajar este tema: la incapacidad de dar respuesta a la crisis del urbanismo expansivo. Los propios editores asumen cómo estas prácticas están ganando reconocimiento en las actuales circunstancias:
Formerly, a Project like Urban Catalyst would have been seen by the investment establishment simply as a hobby for some left-wing, socially engaged planners of the leftist-scene. But today, business developers, municipalities and property owners alike have woken up to the fact that the sustainable and successful development of urban life cannot be achieved without a consideration of contextual aspects. (…) Traditionally seen as threatening the interests of owners and developers, informal uses are now increasingly embraced as valuable indicators for potential growth.
Esta es una cuestión en la que suelo insistir para reconocer tantos proyectos que peleaban a la contra hace unos años, cuando las circunstancias eran otras y este tipo de intervenciones urbanas eran vistas con condescendencia en el mejor de los casos y con el rechazo frontal de instituciones y de las fuerzas que hicieron urbanismo en la práctica todos estos años. Por eso también, ahora que se abren oportunidades para adoptar estrategias más integrales de utilización temporal de recursos públicos en desuso en la ciudad, el punto de partida es precisar que no son second-best options, sino una forma más adaptativa de crear ciudad.
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