Philip Monaghan ha publicado recientemente un libro que remite a esta situación y apela a quienes están implicados en la gestión pública local a no entrar en parálisis y, sobre todo, a no encontrar en la austeridad una excusa para abandonar la transformación sostenible de las ciudades. Sustainability in austerity. How local government can deliver during times of crisis está escrito para server de referencia sobre acciones concretas que desde el punto de vista de la sostenibilidad siguen siendo posibles en estos tiempos, bien porque su coste de implantación es reducido o bien porque, sobre todo, son capaces de generar rendimientos económicos que las justifiquen.
Como texto que pretende cumplir la función de un manual, las sugerencias seguramente pueden resultar muy teóricas si no se ponen en el contexto de cada organización municipal, contexto en el que entran muchas variables: liderazgo institucional, capacidad de impulso, realismo y coherencia en la propia estrategia (cuando la hay), capacidades técnicas, etc. Más allá de esto, el libro detalla algo más de cien medidas supuestamente neutras en términos económicos. Algunas de ellas tienen que ver con la reestructuración de órganos internos de decisión para integrar la sostenibilidad en las políticas municipales (algo que, de hecho, ni siquiera tiene que ver con los actuales tiempos de austeridad, sino con la siempre necesaria tarea de ser coherentes en las decisiones). Otras ideas caen en el ámbito del sentido común, casi. Porque, de alguna forma, las pequeñas acciones de sostenibilidad tienen un fuerte componente de racionalidad económica. Por eso, aunque las grandes transformaciones del urbanismo sostenible requieren en muchos casos fuertes inversiones, siempre quedan actuaciones a las que no se puede renunciar y que siguen disponibles en tiempos de austeridad: la gestión eficiente de la calefacción o el aire acondicionado en los edificios públicos o la iluminación de calles y edificios.
Una colección de tipologías de acciones que, en cualquier caso, ya son bien conocidas, pero para las que la austeridad no debería funcionar como obstáculo. O un recordatorio de que la gestión eficiente del gasto público tiene muchos más agujeros de los que a veces vemos y que la sostenibilidad no tiene por qué suponer siempre grandes costes de transformación.
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