Este libro en concreto es un viaje que empieza y termina en Europa, metáfora utilizada por la autora para plantear una de sus principales tesis: Estados Unidos ha perdido en las dos últimas décadas una inicial posición de dominio en el desarrollo tecnológico de las energías renovables frente al impulso de países como Alemania o Suecia. Las ciudades de Freiburg o Estocolmo son casos de referencia en nuestro entorno más cercano en cuanto a políticas de sostenibilidad energética y, sin embargo, parecen estar a años luz de la realidad de las ciudades norteamericanas, ámbito al que se dirige principalmente el libro. La ciudad alemana, en la frontera entre Suiza, Alemania y Francia, es un ejemplo perfecto para explicar la capacidad de movilización de la economía local que tiene una apuesta por la sostenibilidad de larga tradición (desde 1975, con las primeras movilizaciones ante el anuncio de la instalación de una central nuclear) y que ha dado como resultado no sólo una intensa utilización de las energías renovables en la ciudad, sino un poderoso ecosistema local de empresas de alto valor añadido en el mercado de la energía, principalmente solar y de centros de investigación que son ahora mismo punteros. Del mismo modo, Estocolmo es otro buen ejemplo de cómo desde políticas de planificación urbanística, con el ejemplo de Hammarby Sjöstad a la cabeza, se pueden diseñar las ciudades desde nuevos criterios de eficiencia energética y de utilización inteligente de la energía.
Cuando empecé a leer hace ya tiempo sobre el nacimiento de nuevas fuentes de energía, Estados Unidos solía aparecer como uno de los territorios donde mayor impulso tecnológico existía, donde estaban desarrollando los primeros experimentos de implantación a gran escala de energía solar o los estudios más avanzado sobre el hidrógeno. El libro repasa el parón en la inversión de I+D en esta materia a finales del siglo XX y cómo esto no sólo ha sido un lastre para la economía nacional estadounidense, sino que ha dejado huérfanas a muchas ciudades en la lucha por la sostenibilidad. Sin embargo, el libro de Fitzgerald se convierte en una reivindicación de ciudades que, a pesar de que no hayan sido buenos tiempos para las políticas nacionales de lucha contra el cambio climático y las energías renovables en Estados Unidos, han construido un trayecto propio y se han destacado como ejemplos a considerar. Así, se explica con un importante nivel de detalle las actuaciones públicas y privadas en algunas ciudades en diferentes ámbitos como las energías renovables (Austin, Toledo, Cleveland,... ), la eficiencia energética en la edificación (Los Angeles, Milwaukee, Pittsburgh, Syracuse, New York, ), o el transporte (Denver, Los Angeles, Portland, Seattle).
En todos los casos, el análisis se centra en describir la conexión entre estas actuaciones y la capacidad que tienen de generar oportunidades de desarrollo económico a través del impulso tecnológico y la creación de actividad económica en el tejido local, situando el tema de los green jobs o la economía verde en el terreno de lo concreto y lo que las autoridades locales pueden realizar, incluso a contracorriente de las prioridades de los gobiernos nacionales. Se trata den muchos casos, de procesos que no son propios del modelo institucional europeo, pero aún así son valiosos precisamente porque parecen imponerse otras formas de enfrentar las políticas locales a través de formas público-privadas en las que llaman la atención, sobre todo, alianzas de coaliciones de grupos socailes y ecologistas con sectores económicos para poner en marcha mecanismos de incentivación de otros modelos de gestión y producción energética ante la ausencia de decisión por parte de las autoridades públicas.
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