"We're not just going to back the big businesses of today, we're going to back the big businesses of tomorrow. We are firmly on the side of the high-growth, highly innovative companies of the future. Don't doubt our ambition.
"Right now, Silicon Valley is the leading place in the world for high-tech growth and innovation. But there's no reason why it has to be so predominant. Our ambition is to bring together the creativity and energy of Shoreditch and the incredible possibilities of the Olympic Park to help make East London one of the world's great technology centres. I want to show you how we can get there.
"For the past few weeks and months, we have had dozens of meetings with technology companies and venture capital investors from across the world. We said to them: "Here's our vision for East London tech city - a hub that stretches from Shoreditch and Old Street to the Olympic Park. This is what local businesses are saying they need. What part can you play in making it happen?" I have to say: the response has been overwhelming."
Estas declaraciones coinciden casi en el tiempo con la publicación de un informe, The connected Kingdom, que sitúa la importancia de este sector tecnológico en el conjunto de la industria británica, destacando su importante contribución en la creación de los nuevos empleos en el país a pesar de tener un peso relativo en número de empresas. Es el 6% vital para la economía británica, señalan desde NESTA. Juan Varela se hacía eco hace unos días también de ese último informe, reflejando la realidad el retraso español:
En uno de los comentarios al post Andrés Martínez señalaba con razón que estas cosas -la existencia de Silicon Roundabout- no se pueden planificar. Por supuesto que no. Pero además de capacidad emprendedora en la sociedad, una cultura social que valore el riesgo y que prestigie el conocimiento científico y una ciudadanía formada, hace falta que alguien haga las cosas fáciles. Ese alguien es el "planificador", una Administración Pública (bajo el liderazgo de David Cameron, en este caso) que ponga algo de su parte. Y poner algo de su parte no implica tanto decisiones formales de abajo arriba, poner el dedo en el mapa y decir "aquí lo haremos" o inyectar unos cuantos miles de millones de euros. Bueno, incluso eso puede estar bien, pero no es lo decisivo. Mucho más importante es crear lo que podríamos llamar, un marco de condiciones. Un marco que facilite la vida a los emprendedores que quieren arriesgarse con proyectos de alto contenido tecnológico, a los científicos que quieren desarrollar sus proyectos de investigación. Un marco que simplemente deje que las cosas sean posibles, que no obstaculice. Y, por poner un ejemplo, ocupamos el puesto 49 en el ranking de facilidad para hacer negocios, lo que significa que aún hay demasiados obstáculos.
Aquí parece que estamos entretenidos en otras cosas y no en poner de verdad las bases de un nuevo modelo económico. En premios a las ciudades de la ciencia y la innovación y en 13.000 millones de euros desperdiciados, por ejemplo, pero de liderazgo y de visión de largo plazo sobre cómo crear las bases de una economía sólida, ni rastro. Hemos estado más ocupados en el gran escándalo de las infraestructuras, sonrojante hasta para los medios extranjeros. Mientras países como Dinamarca o Finlandia dedicaban la última década por lo menos a consolidar un fuerte sistema educativo y una apuesta tecnológica central en su estrategia de desarrollo económico, nosotros andábamos en otras cosas. Y, mucho me temo, no hay a la vista ningún liderazgo político que nos haga esperar que las cosas vayan a cambiar, al menos desde esa parte de la sociedad. Pero, a pesar de todo, a pesar del cortoplacismo y la mediocridad política, los proyectos tecnológicos existen en las empresas y en los centros tecnológicos y, aunque la ciencia pide auxilio ante los recortes que se avecinan, habrá que inventar otra economía a pesar de todo esto.
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