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Así que lo que tenemos es un país de obras paralizadas y solares vacíos, de desarrollos urbanísticos detenidos bruscamente a la espera de mejores tiempos, y que han alcanzado no sólo al mercado de la vivienda sino también a promociones de centros comerciales y parques industriales. Nadie se salva ya. Y todos diciendo que los precios tienen que bajar, pero no bajan. Nadie baja. Todos esperan a que los bajen otros. Seguimos queriendo ser más listos que los demás.
Y la costa se convierte en cementerio de hormigón. De nuevo, el paisaje después de la batalla, distribuido en todo el territorio con diferentes niveles de emergencia, y buscando respuestas en este contexto de crisis económica y financiera.
Lo hemos dicho otras veces; lo que quedará es un país de ciudades fantasma, un país entero a medio construir. Casas que no terminarán de construirse nunca, que se derribarán como ya empiezan a hacerlo en Estados Unidos para las ciudades que han visto reducir su población drásticamente. Nos quedaremos con nuestras ficciociudades:
El problema es qué vamos a hacer con todas las ciudades fantasma que vamos a dejar a medio construir. Seseña, Valdeluz, Polaris World, Costa Esuri, Torre de Cabdella,... ¿Vamos a meter el bulldozer ahí?Foto tomada de jenny-fur-tography en Deviantart.
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