Conste que no he leido más de 30 páginas seguidas de los libros de Zygmunt Bauman ni soy ningún experto de la posmodernidad y su sociedad líquida. No he sacado tiempo últimamente para lecturas tan densas y cuando tuve la oportunidad hace unos años me pudo la pereza; aún así, voy a proponerme rescatar alguno libros de la biblioteca de mi hermano cuando vaya a verle a su casa. En cualquier caso,sí me ha llamado la atención, leyendo en el libro "Bilbao y su doble", encontrarme con tres categorías de espacios públicos definidos desde la teoría de la posmodernidad.
De todas formas, no voy a ir tan rápido con las categorías; para pensar en términos de posmodernidad casi prefiero ir a Vicente Verdú en "La sociedad americana, ¿sociedad del futuro?", en el libro Ciudad para la sociedad del siglo XXI:
La posmodernidad es el fin de la razón universal, el ocaso de la visión integradora, la decadencia de la hisotria, la supremacía de la práctica sobre la teoría, de la tecnología sobre la ciencia, el reino de la mixtura, de la cultura mediática y del fragmento, el imperio del relativismo frente a la firme jerarquía de los valores estéticos y morales.
Una posmodernidad desbordante y americana (aquí, la verdad, Verdú no me convence tanto) con unas características concretas:
Vistas así sus características, suena a elegir entre modernidad o posmodernidad, entre lo bueno y deseable y lo horrible. Yo es que me estoy ya quitando del maniqueismo, poco a poco, y seguro que también es consecuencia de mi propio ser posmoderno. El caso es que intuyo que detrás de esas categorías hay opciones potenciales y libertades, unas más centradas en el individuo y otras más en el colectivo, pero mezcladas, no lo sé.
Sea como fuere, en Modernidad líquida, Bauman propone una diferenciación de los espacios públicos basándose en unas cateogrías previas de Richard Sennet en El declive del hombre público (como bien apuntan los autores de Bilbao y su doble). Es un tema que hemos abordado en este blog desde una perspectiva más urbanística pero que tiene consecuencias más profundas, como vemos. En Islas y Territorio encontraréis una excelente panorámica, así como el el blog de Jose Fariña.
Propuesta de Sennet
Aportación de Bauman a los Espacios públicos no civiles, siguiendo la descripción de Jose Fariña:
ESPACIOS ÉMICOS
La estrategia émica consiste en vomitar, expulsar a los otros considerados irremediablemente extraños, prohibiendo el contacto físico, el diálogo, el intercambio social y todas las variedades de commercium, comensalidad y connubium. El ejemplo de espacio de este tipo que analiza es el de La Défense de París. Lo califica de lugar inhóspito que inspira respeto pero desalienta a la permanencia. Los enormes edificios están hechos para ser mirados, envueltos en cristal no parecen tener ni ventanas ni puertas ni acceso a la plaza. Están en el lugar pero no pertenecen a él, consiguen, hábilmente, darle la espalda. Regularmente filas de hormigas-empleados emergen en riadas de la tierra desde el metro, se despliegan sobre el pavimento y desaparecen engullidos por los edificios.
Esta es la categoría que me arece más complicada de ejemplificar, aunque puedo pensar en algunos lugares de este tipo; sobre todo, en aquellos de dimensiones sobre-humanas, gigantistas y gigantescos al mismo tiempo, en los que de tanta amplitud que ofrecen lo que se consigue en el fondo es una sensación de hostilidad. Es lo que se puede ver, por ejemplo, a la entrada de Vitoria-Gasteiz desde Bilbao, en los nuevos desarrollos del barrio residencial de Lakua, que han sido muy disctudios y aplaudidos al mismo tiempo.
ESPACIOS FÁGICOS
La segunda categoría de espacio público (pero no civil) es el que los consumidores suelen compartir, como salas de concierto o exhibición, sitios turísticos, de actividad deportiva, centros comerciales o cafeterías. Atienden a la segunda estrategia que responde al problema de la ausencia de normas de civilidad. Se puede denominar “desalienación” y consiste en ingerir, en devorar cuerpos y espíritus extraños para convertirlos, por medio del metabolismo, en cuerpos y espíritus idénticos al cuerpo que los ingirió. Los lugares de consumo deben una parte importante de su poder de atracción a la variedad de sensaciones sensoriales. Pero las diferencias están tamizadas, sanitarizadas, con la garantía de no poseer ingredientes peligrosos… y, por tanto, no resultan amenazantes. Ofrecen lo que no se puede encontrar afuera, un equilibrio casi perfecto entre libertad y seguridad. En ellos todos somos iguales, por lo que no hay necesidad de negociar nada ya que compartimos la misma opinión. La trampa es que el sentimiento de identidad común es una falsificación de la experiencia. De este modo, los que han ideado y supervisan los templos del consumo son, de hecho, maestros del engaño y artistas embaucadores, ya que convierten la imagen en realidad.
Respecto a esta categoría, sin duda es la que más clara veo y más fácil de entender y ejemplificar, proque además la creación de espacios fágicos tiene varias ramificaciones. En su momento, por ejemplo, comentamos cómo algunas estrategias de activación del comercio mediante la promoción de los centros comerciales abiertos encierran un peligro de privatización de facto (cuando no de derecho) de la calle y el espacio público. También en Ecosistema Urbano publicaban un post esta semana sobre el papel de la gestión privada en la revitalización de los centros históricos (a raíz del caso de Liverpool, pero perfectamente trasladable a otras ciudades donde se han dado procesos más o menos profundos de revitalización mediante estrategias de gentrificación vía agentes privados).
NO LUGARES
Los no-lugares comparten algunas características de los émicos, son ostensiblemente públicos, pero no civiles ya que van en contra de cualquier idea de permanencia, pero se diferencian en que aceptan la inevitabilidad de una permanencia (meramente física) de extraños, incluso prolongada. El truco consiste en volverlos irrelevantes durante el tiempo de permanencia. Aeropuertos, autopistas, anónimos cuartos de hotel, el transporte público… Reducen la conducta del individuo a unos pocos preceptos simples y fáciles de aprender por lo que tampoco funcionan como escuela de civilidad. Como son capaces de colonizar más y más parte del espacio público las ocasiones de aprender el arte de la civilidad son cada vez menores.
Aquí me interesa la idea de las estaciones de tren y de autobús, y compararlas con la imagen que tenemos de losaeropuertos. Es una relación que me hiceron notar hace poco, expresada en términos no técnicos pero muy humanos, sobre la "experiencia" de usar estos espacios. Pero la desarrollaré la próxima semana.
ESPACIOS VACÍOS
Por último, las diferencias también pueden ser borradas. Esto es lo que consiguen hacer los “espacios vacíos”. Estos espacios se caracterizan por estar “vacíos de sentido”. No es que sean insignificantes por estar vacíos, sino que, por no tener sentido y porque se cree que no pueden tenerlo, son considerados no visibles. Son vacíos (invisibles) los lugares de la ciudad por los que no pasamos porque nos sentiríamos perdidos y vulnerables. Aquellos lugares que jamás aparecen en los mapas mentales de algunos ciudadanos.
No voy a ser yo el que quiera añadir nada a lo dicho por Bauman ni por otros expertos de la posmodernidad o del urbanismo, pero no tengo claro dónde encajar otras tipologías como los lugares olvidados, las ciudades abandonadas o los espacios malditos, pero en los tres casos pienso en cómo ganar espacio para el tiempo perdido, o cómo ganar tiempo para los espacios perdidos.
Con todo este repaso -superficial y parcial, como no podría ser menos hablando de posmodernidad- surgen algunas preguntas. ¿Podemos intervenir para mejorar el carácter público de estos espacios? ¿Qué tipo de intervenciones? ¿Efímeras y alternativas? ¿Materiales? ¿Cómo evitar la banalización del espacio?.
Por ejemplo, en la categoría de "no lugares" entren los aparcamientos, lugares hostiles por definición, pero que han recibido atención de algunos arquitectos y diseñadores urbanos que, como Teresa Sapey, autora del parking subterráneo de Chueca y del garaje del Hotel Puerta de América (Madrid) trata de ofrecer con estas propuestas una singularidad propia a un lugar que no está hecho para ser lugar inicialmente, para darle un uso alternativo, una dignidad como espacio (¿un genius loci?) distintivo. A mí, en concreto, estas soluciones me parecen atractivas. Igual que otros diseños menos rupturistas de parkings subterraneos, pero que con un juego de pinturas diferente, unos sensores para ordenar el aparcamietno y con un poco de música dan un mayor sentido al lugar.
De todas formas, no voy a ir tan rápido con las categorías; para pensar en términos de posmodernidad casi prefiero ir a Vicente Verdú en "La sociedad americana, ¿sociedad del futuro?", en el libro Ciudad para la sociedad del siglo XXI:
La posmodernidad es el fin de la razón universal, el ocaso de la visión integradora, la decadencia de la hisotria, la supremacía de la práctica sobre la teoría, de la tecnología sobre la ciencia, el reino de la mixtura, de la cultura mediática y del fragmento, el imperio del relativismo frente a la firme jerarquía de los valores estéticos y morales.
Una posmodernidad desbordante y americana (aquí, la verdad, Verdú no me convence tanto) con unas características concretas:
Vistas así sus características, suena a elegir entre modernidad o posmodernidad, entre lo bueno y deseable y lo horrible. Yo es que me estoy ya quitando del maniqueismo, poco a poco, y seguro que también es consecuencia de mi propio ser posmoderno. El caso es que intuyo que detrás de esas categorías hay opciones potenciales y libertades, unas más centradas en el individuo y otras más en el colectivo, pero mezcladas, no lo sé.
Sea como fuere, en Modernidad líquida, Bauman propone una diferenciación de los espacios públicos basándose en unas cateogrías previas de Richard Sennet en El declive del hombre público (como bien apuntan los autores de Bilbao y su doble). Es un tema que hemos abordado en este blog desde una perspectiva más urbanística pero que tiene consecuencias más profundas, como vemos. En Islas y Territorio encontraréis una excelente panorámica, así como el el blog de Jose Fariña.
Propuesta de Sennet
- Espacios públicos civiles: serían lugares de autoafirmación pero también de comunidad como personas que forman parte de una comunidad pública/política, espacios constructores de ciudadanía
- Espacios públicos no civiles: los espacios públicos más abundantes en la sociedad contemporánea, espacios de multitudes privadas, de individualidades sin suma.
Aportación de Bauman a los Espacios públicos no civiles, siguiendo la descripción de Jose Fariña:
ESPACIOS ÉMICOS
La estrategia émica consiste en vomitar, expulsar a los otros considerados irremediablemente extraños, prohibiendo el contacto físico, el diálogo, el intercambio social y todas las variedades de commercium, comensalidad y connubium. El ejemplo de espacio de este tipo que analiza es el de La Défense de París. Lo califica de lugar inhóspito que inspira respeto pero desalienta a la permanencia. Los enormes edificios están hechos para ser mirados, envueltos en cristal no parecen tener ni ventanas ni puertas ni acceso a la plaza. Están en el lugar pero no pertenecen a él, consiguen, hábilmente, darle la espalda. Regularmente filas de hormigas-empleados emergen en riadas de la tierra desde el metro, se despliegan sobre el pavimento y desaparecen engullidos por los edificios.
Esta es la categoría que me arece más complicada de ejemplificar, aunque puedo pensar en algunos lugares de este tipo; sobre todo, en aquellos de dimensiones sobre-humanas, gigantistas y gigantescos al mismo tiempo, en los que de tanta amplitud que ofrecen lo que se consigue en el fondo es una sensación de hostilidad. Es lo que se puede ver, por ejemplo, a la entrada de Vitoria-Gasteiz desde Bilbao, en los nuevos desarrollos del barrio residencial de Lakua, que han sido muy disctudios y aplaudidos al mismo tiempo.
ESPACIOS FÁGICOS
La segunda categoría de espacio público (pero no civil) es el que los consumidores suelen compartir, como salas de concierto o exhibición, sitios turísticos, de actividad deportiva, centros comerciales o cafeterías. Atienden a la segunda estrategia que responde al problema de la ausencia de normas de civilidad. Se puede denominar “desalienación” y consiste en ingerir, en devorar cuerpos y espíritus extraños para convertirlos, por medio del metabolismo, en cuerpos y espíritus idénticos al cuerpo que los ingirió. Los lugares de consumo deben una parte importante de su poder de atracción a la variedad de sensaciones sensoriales. Pero las diferencias están tamizadas, sanitarizadas, con la garantía de no poseer ingredientes peligrosos… y, por tanto, no resultan amenazantes. Ofrecen lo que no se puede encontrar afuera, un equilibrio casi perfecto entre libertad y seguridad. En ellos todos somos iguales, por lo que no hay necesidad de negociar nada ya que compartimos la misma opinión. La trampa es que el sentimiento de identidad común es una falsificación de la experiencia. De este modo, los que han ideado y supervisan los templos del consumo son, de hecho, maestros del engaño y artistas embaucadores, ya que convierten la imagen en realidad.
Respecto a esta categoría, sin duda es la que más clara veo y más fácil de entender y ejemplificar, proque además la creación de espacios fágicos tiene varias ramificaciones. En su momento, por ejemplo, comentamos cómo algunas estrategias de activación del comercio mediante la promoción de los centros comerciales abiertos encierran un peligro de privatización de facto (cuando no de derecho) de la calle y el espacio público. También en Ecosistema Urbano publicaban un post esta semana sobre el papel de la gestión privada en la revitalización de los centros históricos (a raíz del caso de Liverpool, pero perfectamente trasladable a otras ciudades donde se han dado procesos más o menos profundos de revitalización mediante estrategias de gentrificación vía agentes privados).
NO LUGARES
Los no-lugares comparten algunas características de los émicos, son ostensiblemente públicos, pero no civiles ya que van en contra de cualquier idea de permanencia, pero se diferencian en que aceptan la inevitabilidad de una permanencia (meramente física) de extraños, incluso prolongada. El truco consiste en volverlos irrelevantes durante el tiempo de permanencia. Aeropuertos, autopistas, anónimos cuartos de hotel, el transporte público… Reducen la conducta del individuo a unos pocos preceptos simples y fáciles de aprender por lo que tampoco funcionan como escuela de civilidad. Como son capaces de colonizar más y más parte del espacio público las ocasiones de aprender el arte de la civilidad son cada vez menores.
Aquí me interesa la idea de las estaciones de tren y de autobús, y compararlas con la imagen que tenemos de losaeropuertos. Es una relación que me hiceron notar hace poco, expresada en términos no técnicos pero muy humanos, sobre la "experiencia" de usar estos espacios. Pero la desarrollaré la próxima semana.
ESPACIOS VACÍOS
Por último, las diferencias también pueden ser borradas. Esto es lo que consiguen hacer los “espacios vacíos”. Estos espacios se caracterizan por estar “vacíos de sentido”. No es que sean insignificantes por estar vacíos, sino que, por no tener sentido y porque se cree que no pueden tenerlo, son considerados no visibles. Son vacíos (invisibles) los lugares de la ciudad por los que no pasamos porque nos sentiríamos perdidos y vulnerables. Aquellos lugares que jamás aparecen en los mapas mentales de algunos ciudadanos.
No voy a ser yo el que quiera añadir nada a lo dicho por Bauman ni por otros expertos de la posmodernidad o del urbanismo, pero no tengo claro dónde encajar otras tipologías como los lugares olvidados, las ciudades abandonadas o los espacios malditos, pero en los tres casos pienso en cómo ganar espacio para el tiempo perdido, o cómo ganar tiempo para los espacios perdidos.
Con todo este repaso -superficial y parcial, como no podría ser menos hablando de posmodernidad- surgen algunas preguntas. ¿Podemos intervenir para mejorar el carácter público de estos espacios? ¿Qué tipo de intervenciones? ¿Efímeras y alternativas? ¿Materiales? ¿Cómo evitar la banalización del espacio?.
Por ejemplo, en la categoría de "no lugares" entren los aparcamientos, lugares hostiles por definición, pero que han recibido atención de algunos arquitectos y diseñadores urbanos que, como Teresa Sapey, autora del parking subterráneo de Chueca y del garaje del Hotel Puerta de América (Madrid) trata de ofrecer con estas propuestas una singularidad propia a un lugar que no está hecho para ser lugar inicialmente, para darle un uso alternativo, una dignidad como espacio (¿un genius loci?) distintivo. A mí, en concreto, estas soluciones me parecen atractivas. Igual que otros diseños menos rupturistas de parkings subterraneos, pero que con un juego de pinturas diferente, unos sensores para ordenar el aparcamietno y con un poco de música dan un mayor sentido al lugar.
- Foto de La Defense de París, vía carlos seo.
- Foto del centro comercial MBK de Bangkok, vía PopoF.
- Foto del aparcamiento de Chueca, vía Cajón Desastre.
- Foto de Termibus en Bilbao, vía Julius 2043.
- Foto de chabolas de Madrid, vía Arquitecturas.
Es curioso porque a mi La Defense en París no me resulta un lugar nada inhóspito. Creo que invita a pasear, sentarse, mirar los edificios, la escultura de Calder, la fuente con vistas a la ciudad... Lo veo lleno de vida, de gente que trabaja pero también come, se mira, liga, compra... Eso sí es un espacio especializado, un entorno laboral y por tanto absolutamente frío fuera del horario de oficina o en festivos. Casi veo espacio más émico la Plaza del Obradoiro :)
ResponderEliminar@Uxío: entiendo lo que dices, es cuestión de gustos o sensibilidades diferentes respecto a la estética, respecto a lo que se espera del espacio público. Yo acabo de estar en París y no pude ver La Defense, quería realmente ver si es cierta esa visión a veces tan extrema que transmite, por ejemplo, Fariña. Quizá "inhóspito" no es; es un lugar atractivo, muy visual,...pero quizá poco vivencial y, sin duda, en eso hay más acuerdo, es un lugar por horas, un espacio vacío, sin función urbana más allá de las horas de trabajo.
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