La mayor parte de los sitios elegidos son ciudades europeas (siete de diez), entre ellas se encuentra Barcelona, una ciudad que muestra “todo el espectro” de la cultura homosexual, que según el periódico, puede apreciarse en los bulevares del Eixample y en los callejones del Raval. Con una de las más legislaciones más progresistas en materia de parejas del mismo sexo “la España moderna está compensando los años oscuros”, indica el rotativo.
A la ciudad catalana le acompañan urbes europeas como Copenhague, la primera ciudad danesa en reconocer las parejas del mismo sex y futura capital de los World Outgames 2009, una competición atlética para homosexuales; París, la ciudad de Edith Piaf y Marcel Proust con sus ambientes tolerantes del distrito de Marais y la vida nocturna de Pigalle; Londres, con su vibrante escena de Soho, Ámsterdam, que acoge el Golden Bear, el primer hotel gay abierto en 1948; Berlín, la “pobre pero sexy” capital alemana, en palabras de su alcalde, y finalmente, Mikonos, la pequeña isla del Egeo que atrae a “hordas” de gays y lesbianas que disfrutan de sus clubes y playas.
¿Cuáles son las libertades que ofrece una ciudad? ¿Caminamos hacia ciudades más libres? ¿Cómo es una ciudad libre? Todas estas preguntas me asaltan, me llevan a Singapur (de la que quiero tratar próximamente), me traen a los barrios chabolistas de nuestras ciudades, me vienen imágenes de cámaras de seguridad en los espacios públicos, me llegan sonidos de sirenas,....
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