El relato más establecido a nivel institucional sobre las smart cities se basa fundamentalmente en promesas para un futuro de las ciudades a través del despliegue de tecnologías que están aún por llegar y generarán beneficios sociales en el futuro próximo, mientras la ciudadanía, en buena medida, sólo tiene la opción de esperar a verlos hacerse realidad. El riesgo de esta lectura futurista estriba en olvidar y no reconocer las prácticas, soluciones y tecnologías que ya están sucediendo, aunque posiblemente fuera de las presentaciones comerciales de las corporaciones tecnológicas o de las planificaciones institucionales hacia la smart city. La publicidad y en general todos los recursos comunicativos del régimen discursivo de la ciudad inteligente utilizan de manera sistemática el tiempo verbal futuro en lugar de cualquier otro tiempo que pudiera indicar una posibilidad potencial o esperable. Abundando más, el uso del tiempo presente es casi testimonial en un imaginario construido a partir de la expectativa de un futuro aún por llegar formado por escenarios utópicos y pacíficos de una transformación urbana orquestada a partir de un conglomerado ordenado de tecnologías y actores particulares, Con ello, quedan fuera de esa visión futurística las tecnologías ya disponibles, la tecnología-en-uso y los actores que ya trabajan hoy con dichas tecnologías. La smart city se presenta así como una orientación estratégica hacia el futuro, altamente planificada y que es refractaria a aceptar otras formas de construcción tecnológica y otros imaginarios digitales sobre la ciudad. Estas formas, en general, encajan mal con un imaginario que se plasma generalmente a través de imágenes estáticas, diagramas jerárquicos de áreas verticales de gestión municipal, renders espectaculares y fotografías genéricas de escenarios urbanos descontextualizados. Estas formas performativas de presentar la ciudad inteligente se muestran muy rígidas para plasmar usos diarios, formas cotidianas de vivir la ciudad o dinámicas descentralizadas y asíncronas de utilizar tecnologías que hoy ya forman parte del catálogo de tecnologías disponibles y accesibles.
Esta es la principal proposición de Bell y Dourish (2006) en un artículo (Yesterday’s tomorrows: notes on ubiquitous computing’s dominant vision) en el que hacen balance de la preponderancia del uso del tiempo futuro en las propuestas de la computación ubicua y en el que sitúan el tema central de la computación ubicua en el desarrollo de urban media hoy para trabajar sobre la complejidad cotidiana. Los autores reconocen, en el momento de escribir el artículo, que el bagaje desde que los estudios de computación ubicua empezaron a imaginar el futuro ha sido muy diferente a como esos estudios pensaron que se desarrollaría, por lo que plantean pensar desde el presente . Además, ante la distancia entre el futuro imaginado y el presente realizado, los autores plantean dos escenarios para entender por qué el ideal de la computación ubicua –en nuestro caso, de la smat city- se plantea siempre como un futuro próximo. Un razonamiento sería pensar que ese ideal futuro es un imposible, que no se puede llegar a él. En este sentido, ese futuro próximo sería un futuro pospuesto indefinidamente. Frente a esta primera respuesta, ofrecen una segunda posibilidad que es la que queremos justificar en este estudio. En efecto, esa segunda posibilidad sería que el futuro próximo, en realidad, ya ha llegado, de manera que el ideal imaginado de la computación ubicua se ha cumplido pero hoy ha tomado una forma diferente a la inicialmente pensada. No son, en cualquier caso, respuestas excluyentes, como señalan los autores. Evidentemente, el futuro de la ciudad de la sociedad conectada tomará formas nuevas en las próximas décadas, pero ello no puede impedirnos entender que ya está sucediendo y tomando formas insospechadas y derivadas no previstas por la descripción genérica que se hace de las tecnologías inteligentes en los medios de reproducción de la SC.
En realidad, el gran avance de la amplia esfera de tecnologías digitales y su intersección con la vida urbana estriba en que ya se están desarrollando proyectos de smart cities desde una perspectiva del ciudadano comprometido, sin necesidad de esperar a que otros (gobiernos o empresas) desarrollen esas soluciones. Se trata de iniciativas difíciles de percibir desde las visiones y propuestas top-down que hemos analizado anteriormente, ya que se generan en un modelo distribuido, con menos recursos, de forma menos institucionalizada (con lo que quedan fuera de la espectacularización de las smart cities) y protagonizada por un ecosistema de agentes diferente en buena medida a los que participan de la visión más centrada en la smart city como administración eficiente.
Esta es la principal proposición de Bell y Dourish (2006) en un artículo (Yesterday’s tomorrows: notes on ubiquitous computing’s dominant vision) en el que hacen balance de la preponderancia del uso del tiempo futuro en las propuestas de la computación ubicua y en el que sitúan el tema central de la computación ubicua en el desarrollo de urban media hoy para trabajar sobre la complejidad cotidiana. Los autores reconocen, en el momento de escribir el artículo, que el bagaje desde que los estudios de computación ubicua empezaron a imaginar el futuro ha sido muy diferente a como esos estudios pensaron que se desarrollaría, por lo que plantean pensar desde el presente . Además, ante la distancia entre el futuro imaginado y el presente realizado, los autores plantean dos escenarios para entender por qué el ideal de la computación ubicua –en nuestro caso, de la smat city- se plantea siempre como un futuro próximo. Un razonamiento sería pensar que ese ideal futuro es un imposible, que no se puede llegar a él. En este sentido, ese futuro próximo sería un futuro pospuesto indefinidamente. Frente a esta primera respuesta, ofrecen una segunda posibilidad que es la que queremos justificar en este estudio. En efecto, esa segunda posibilidad sería que el futuro próximo, en realidad, ya ha llegado, de manera que el ideal imaginado de la computación ubicua se ha cumplido pero hoy ha tomado una forma diferente a la inicialmente pensada. No son, en cualquier caso, respuestas excluyentes, como señalan los autores. Evidentemente, el futuro de la ciudad de la sociedad conectada tomará formas nuevas en las próximas décadas, pero ello no puede impedirnos entender que ya está sucediendo y tomando formas insospechadas y derivadas no previstas por la descripción genérica que se hace de las tecnologías inteligentes en los medios de reproducción de la SC.
En realidad, el gran avance de la amplia esfera de tecnologías digitales y su intersección con la vida urbana estriba en que ya se están desarrollando proyectos de smart cities desde una perspectiva del ciudadano comprometido, sin necesidad de esperar a que otros (gobiernos o empresas) desarrollen esas soluciones. Se trata de iniciativas difíciles de percibir desde las visiones y propuestas top-down que hemos analizado anteriormente, ya que se generan en un modelo distribuido, con menos recursos, de forma menos institucionalizada (con lo que quedan fuera de la espectacularización de las smart cities) y protagonizada por un ecosistema de agentes diferente en buena medida a los que participan de la visión más centrada en la smart city como administración eficiente.
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