lunes, 11 de mayo de 2015

Magia tecnológica

Any sufficiently advanced technology is indistinguishable from magic ( Arthur C. Clarke)

Sin duda, el principal éxito de la maquinaria discursiva que ha promovido las smart cities es haberse hecho un hueco en la agenda de las políticas urbanas en un periodo de tiempo muy breve. Sin embargo, aún falta un relato comprensible y cercano para la ciudadanía, que asiste entre la indiferencia y el cansancio a un nuevo lenguaje que los políticos han asumido con sorprendente facilidad como nuevo recurso de comunicación pública. La principal incógnita es qué papel puede tener la ciudadanía en estas transformaciones, más allá del desencanto ante un relato basado en promesas espectacularizadas a través de renderizados futurísticos, complejos diagramas de servicios urbanos interconectados y un lenguaje técnico muy alejado de la cotidianeidad de la ciudadanía. El discurso subyacente ha situado el foco en las soluciones tecnológicas para automatizar servicios públicos como el transporte, la recogida de residuos, la iluminación, la seguridad ciudadana, etcétera, y el esfuerzo de explicación ha estado dirigido a convencer a las instituciones de la necesidad de implantar estas soluciones. Pero falta construir un relato de la ciudad inteligente pensada desde el día a día de la ciudadanía, que ponga sobre la mesa los desafíos sociales y políticos y que sea capaz de plantearse preguntas. Como señala De Waal (2013:8):
“When we talk about new technologies, it is often about their practical application: technology is presented as a convenient solution to real or supposed problems, it promises to make our lives more pleasant and convenient; at the same time, our cities will also become safer, more sustainable and more efficient. In short, technology is an almost inescapable magical power that will improve urban society. But for those who do not believe in magic, this picture mainly raises a number of questions”.
Signs from the near future 
La vida en las ciudades está cada vez más determinada por las tecnologías digitales. Vivimos en una creciente interacción con objetos, plataformas y dispositivos conectados, muchas veces de manera inconsciente  (el rastro digital que dejamos en el sistema público de alquiler de bicicletas, nuestra imagen captada por una cámara de video-vigilancia o el paso de un autobús urbano identificado por un sensor, por ejemplo) y otras de manera más consciente (buscando un lugar a través de la navegación GPS, conectándonos a una red de conexión inalámbrica en una plaza, pagando el estacionamiento, etcétera). Desde termostatos en nuestra pared hasta sensores en el asfalto que pisamos, la vida cotidiana se va colonizando de dispositivos que organizan nuestras decisiones o incluso toman decisiones por nosotros. Desde cámaras de reconocimiento facial en las esquinas de nuestras calles hasta farolas que detectan la presencia de personas en la acera, dispositivos de control automático de las funciones de los servicios urbanos van siendo parte del paisaje urbano. Sin embargo, falta abordar críticamente el significado de este rastro digital. Como refleja Greenfield (2013) sobre la necesidad de comprender con calma y de manera compleja el significado de este cambio tecnológico en la vida en la ciudad:
“The connected sensors, actuators and display systems we increasingly find woven into the fabric of our cities. The powerful analytical techniques that wrest sense from the torrential amounts of data produced by all of these things, that operate in the background and are themselves difficult to see and to comprehend. Our encounter with this extended technical armature has begun to alter the fundamental terms city life has been founded on, in many cases for centuries”.
En este sentido, situamos la relación entre tecnología y sociedad/ciudad no como una relación de un objeto dado (tecnología) con un sujeto pasivo (sociedad/ciudad). Se trataría de una visión reduccionista de una relación en la que el componente social (es decir, usos, contextos, normativas, relaciones de poder,…) son capaces de dar forma a la tecnología en una relación en ambas direcciones. Esta distinción es la que abre la posibilidad de utilizar conceptos sobre constructivismo social de la tecnología, sobre la supuesta neutralidad tecnológica, etc. Dourish y Bell (2011:50) presentan así esta disyuntiva metodológica y de enfoque sobre cómo ambos espacios no son elementos que se pueden analizar de forma independiente, sino que, en la práctica, son interdependientes:
“A naive orientation toward social impacts, though, frames the relationship between the social and technical too narrowly. We should be wary of approaches that take information technology as a given and society as a passive recipient (or impact site) of technology that arises independently and inevitably.”
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DE WAAL, Martijn (2013) The city as interface. How new media are changing the city, Nai 010, Rotterdam
DOURISH, Paul y Genevieve BELL (2011) Divining a digital future. Mess and mythology in ubiquitous computing, MIT Press, Cabridge
ELLUL, Jacques (2008) “76 Reasonable Questions to ask about any technology”, en  http://www.thewords.com/articles/ellul76quest.htm
GREENFIELD, Adam (2013) Against the smart city, Do Projects, Nueva York
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Tras la primera presentación que hice de la estructura de la tesis (The myths behind the smart city technological imaginary (PhD brief notes #1)), a partir de ahora iré publicando algunos retazos del texto, que va avanzando. En algunos casos serán notas bastante desestructuradas o incluso una sucesión de citas, pero igual sirven como guía para entender cómo va evolucionado los temas que voy trabajando, qué referencias nuevas van apareciendo, etc. 

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