viernes, 12 de noviembre de 2010

Aceras rápidas. Perder el espacio público baldosa a baldosa


Leo en el Wall Street Journal una idea que parece inteligente y que, en mi opinión, encierra unas cuantas perversiones. Perversiones de las finas, de las imperceptibles, de las que casi no se notan pero van dejando huella. Vamos, una gota malaya.
Dicen que dicen que en una zona de Londres (la conocida calle comercial Oxford Street en el West End) quieren dividir los tráficos de los peatones: la zona más cercana a los escaparates comerciales será de vía lenta y dedicada a los transeúntes en "modo compras"; y la zona más cercana al tráfico rodado, para los transeúntes en tránsito, los que están pasando por allí pero no tienen la menor intención de comprar nada.  Por lo visto, la diferente velocidad de paseo -unos de miranda, parándose a ver escaparates, decidiéndose a entrar o no y otros con las prisas típicas del acelerado vivir londinense- hace que aquello sea un caos. La gente "siente ira en la calle". Días de furia se avecinan si no ponemos remedio a esto. Así que la solución es pintar una raya. Nos gustan las rayas en las ciudades.

Para hacer que la idea funcione, el grupo tiene la intención de desplegar su ejército de Gorras Rojas, financiados con capital privado y que ya patrullan las calles para recibir a los visitantes y orientarlos, para que, con tacto, indiquen a los peatones a que caminen por la senda que les corresponde.
Creo que es francamente absurdo; seguramente, hasta pueda funcionar, pero es una forma muy sutil de seguir reglamentando el espacio urbano. De hecho, como comprobamos, se puede hacer. Es la típica prerrogativa que tienen los Business Improvement Districts, figura bajo la cual funciona la New West End Company, entidad encargada de gestionar el espacio urbano constituido por las calles Oxford Street, Regent Street y Bond Street.
Yo en realidad, que odio los paraguas, pediría dos vías separadas cuando llueve: los de los paraguas, prohibido pasar debajo de las azoteas y cubiertas. También me gusta ir rápido a los sitios, así que a ver si el carril de lentos lo ponemos para los ancianos, por ejemplo, que son muy molestos. Como también soy indiferente a los escaparates, yo preferiría que la gente que va de compras ocupe el "carril" exterior y que para pararse a ver un escaparate pida permiso a los de la gorra roja y pague, no sé, diez céntimos por baldosa usada con un máximo de estancia de un minuto. A esos gorras rojas hay que sacarles más partido: los turistas, todos en fila, por las calles de los impares, y los locales, por deferencia, sin hacer fila pero por la acera de los pares, no vayamos a confundir. Nada de mezclarse. Y la calle está para lo que está: para mirar, pararse, entrar, comprar y salir. Que tanto individuo paseando sin hacer nada es sospechoso. La calle o se utiliza para algo concreto, visible y entendible, o si no, malo.
Otros podrían pedir, no sé, que esas reuniones no autorizadas de más de cuatro personas en las plazas son muy sospechosas, y creo que alguien debería pensar en destinar un par de bancos de uso máximo de diez minutos y después, "circulen y no me formen corrillo". Lo mismo a alguien ya se le ha ocurrido en alguna ordenanza de orden público o andamos muy cerca....
En fin, hoy escribo con ligereza y sacando las cosas de quicio, pero es que a veces todo esto es demasiado trascendental y hay que tomárselo a broma. O quizá sí es más trascendental de lo que parece; anecdótico, pero trascendental. La calle, el espacio público es lo que tiene, que se puede ir perdiendo a cachitos pequeños, ordenanza tras ordenanza, con pequeñas rayas pintadas y, sobre todo, rayas imaginarias. Esto se puede, esto no se puede.
Imagen de Arne Hendriks bajo licencia Creative Commons Attribution 2.0 Generic.

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