es un proyecto de Basurama dedicado a cartografíar, documentar y fotografíar las enormes extensiones de consumo de territorio de las grandes ciudades del estado español. A través de esa documentación, plantea una serie de cuestiones sobre nuestra forma de consumo y de vida contemporáneas, especialmente la de los urbanitas. Estas cuestiones han explotado en el último lustro en nuestro país, asociando el precio de la vivienda, las grandes operaciones urbanas (con la corrupción urbanística asociada), y los graves problemas ambientales y climáticos en los que estamos envueltos. Es la continuación del proyecto Basurama Panorámica.
El proyecto trata de descubrir dónde va a parar todo lo que producimos sin control, haciendo visibles ciertos paisajes-territorios escondidos generalmente situados en la periferia de la ciudad. A través de fotografías se muestran los lugares donde se crea, gestiona, manipula y negocia con basura. Además de los más obvios —vertederos y montañas de chatarra—, se exploran otras distorsiones urbanas como las autopistas de peaje desérticas, las obras de enterramiento de circunvalaciones, o las megalópolis residenciales en proceso de construcción.
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Había vez una nueva línea de tren veloz que iba de Madrid a Barcelona. Como pasaba cerca de Guadalajara se construyó una estación a unos kilómetros de esa ciudad. Como nadie vivía en ese paraje se construyó una ciudad para darle uso. La ciudad se iba a llamar Valdeluz. Puede que fuera al revés, que primero pensaran construir la ciudad y para ello pusieron la estación, ya nadie lo recuerda.
Se reacalificaron las tierras para poder construir allí y para gran gusto de sus propietarios. Se mandó hacer un proyecto y se pusieron aceras, farolas, parques, algún lago y un campo de golf. Se construyeron casas y se inauguró la ciudad. Llegaron unos pocos habitantes y como no estaba todo preparado se enfadaron un poco. Todavía no tenían ni colegio, ni farmacia, ni centro comercial. La estación de tren les quedaba lejos, incluso tenían que coger el coche para llegar hasta ella. Los trenes eran pocos, caros y no les ponían lanzaderas. Los vecinos de Guadalajara no iban tampoco a la nueva estación ya que les quedaba lejos y sólo tenían un autobús. Después vinieron malos tiempos, lo llamaron Crisis y el resto de las obras en marcha se pararon. El centro comercial no se acabó. El bar y el supermercado siguieron en barracones. Mientras, al otro lado de la vía del tren, seguían poniendo nuevas calles y aceras. Los habitantes seguían siendo pocos para la gran ciudad que había planeada y pedían mejoras en la comunicación y servicios. El colegio ya funcionaba, tenían bancos donde sacar dinero y había planeadas una residencia de mayores, una iglesia y muchas cosas más. Había también muchos pisos en venta y la mayoría de las casas estaban vacías, y eso que faltaba por construir todavía la mayoría de las que había planificadas.
Colorín colorado este cuento no ha acabado.
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